1905, la masacre de “la huelga de la carne”

El ejército, como siempre en nuestra Historia, asesinando inocentes y protegiendo a corruptos. Silva Renard aparece en escena por vez primera
Arturo Alejandro Muñoz
Eran esos los años en que la prensa destacaba la “cuestión social” como un elemento político de relevancia, aunque las autoridades hacían oídos sordos ante ello y ante los clamores de un pueblo que cotidianamente sufría un deterioro creciente debido a los bajos salarios y a la carestía de los alimentos.
Gobernaba el país don Germán Riesco, miembro de la Alianza Liberal, conocido por su carácter débil y su desatención respecto de los intereses y necesidades de la gente de estratos bajos que constituían la mayoría de la población del país, como es dable suponer.
En el mes de octubre del año 1905 el gobierno decretó un impuesto que gravaba la internación de ganado argentino, lo que derivó en un alza del precio de la carne tornando extremadamente difícil que los estratos populares pudiesen acceder a ella. En pocas semanas el conflicto fue subiendo de tono.
Finalmente, el Comité Central de Impuesto al Ganado, con el apoyo del Partido Democrático, hizo un llamado oficial a manifestarse contra el impuesto de marras, el que beneficiaba a los grandes importadores de carne en Chile. La convocatoria fue extendida al movimiento social, aunque ella no contaba con el apoyo de la izquierda, lo que por cierto mantenía tranquilo al gobierno y a los empresarios, quienes creyeron que el mentado movimiento sería menor y sin consecuencias de ningún tipo.
Para protestar contra esas alzas, las sociedades obreras y el diario popular “El Chileno” convocaron a un mitin frente a La Moneda el día 22 de ese mes de octubre. Sin embargo, la sorpresa fue total y general. Más de veinticinco mil personas se reunieron en la protesta. Alguien redactó una carta para ser entregada al primer mandatario y la multitud apoyó la decisión, pero Germán Riesco no se encontraba en el palacio de gobierno, sino en su casa. Hasta allí llegó una pequeña delegación para entregar la nota. El presidente la recibió con afabilidad prometiendo estudiar la solicitud y dar respuesta lo antes posible.
Pero, en el ínterin, la multitud había aumentado en número y la impaciencia comenzó a hacer crisis en ella ya que circuló un rumor que señalaba que Germán Riesco, luego de recibir el pliego de peticiones, se habría marchado de paseo fuera de la ciudad y no regresaría inmediatamente a La Moneda para estudiar el pliego y dar satisfacción a las demandas populares.
Los ánimos comenzaron a caldearse y hubo enfrentamientos con la policía, mientras otros grupos asaltaban locales comerciales y rompían vitrinas y bienes públicos. El objetivo de quienes protestaban era ahora invadir La Moneda. La policía trató de controlar la situación a balazos, pero no lo logró. Entonces, el gobierno echó mano al ejército, el que se encontraba a las afueras de la capital en maniobras militares
El presidente Riesco se comunicó con el general Roberto Silva Renard quien marchó con centenares de soldados hacia el centro de Santiago.
La masacre fue inmediata. Silva Renard ordenó a sus tropas disparar a discreción (es decir, a voluntad) contra la muchedumbre. Hubo 500 heridos y 200 muertos. Sin embargo, la violencia se prolongó casi una semana, que ha sido llamada la «semana roja».
La ‘huelga de la carne’ dejó de manifiesto que aquello de la “cuestión social” existía, era serio y ameritaba la atención del gobierno y de los legisladores para satisfacer las demandas de un pueblo económicamente castigado por las autoridades que sólo beneficiaban a los poderosos de siempre.
Además, este gravísimo suceso mostró por primera vez la crueldad del general Roberto Silva Renard, quien ese día 22 de octubre de 1905 pareció entrenar sus odios anti pueblo y anti trabajadores que, dos años más tarde, 1907, en la Escuela Santa María de Iquique, pondría en ejecución para asesinar esta vez a más de tres mil trabajadores de las oficinas salitreras.
Como habitualmente ha ocurrido en nuestra Historia, el ejército castiga y asesina a inocentes hijos de las clases populares para proteger intereses de corruptos y clasistas.