Argentina y su tránsito al desastre

Arturo Alejandro Muñoz

Hace menos de un siglo, Argentina era el país más poderoso, rico y envidiable de América Latina, un referente icónico, a tal grado que competía de igual a igual con naciones europeas y con los Estados Unidos de Norteamérica.

La naturaleza le ha brindado maravillas de fertilidad y bonanza, como, por ejemplo, contar con una pampa q ue parece océano por su extensión, donde la hierba crece sin necesidad de gastar mucho dinero en su manutención, ya que el clima le prodiga lluvias que sirven de magnífico y constante regadío. Allí, los animales bovinos cuentan con pastaje permanente, de gran calidad y sin tener que subir cerros ni montes para subsistir, lo cual permite a los mercados disponer de carnes de primera calidad para el consumo interno y para la exportación.

Súmese a lo anterior, la existencia de enormes pozos de petróleo y de gas natural, así como también vastas zonas de producción vitivinícola, frutícola y vegetales. En suma, un país rico en recursos naturales, y privilegiado por su posición geográfica en el Atlántico, mirando directamente a África y a Europa, cuestión que le favoreció para recibir masivas migraciones europeas, especialmente italianas a finales del siglo diecinueve y a comienzos del siglo veinte.

Durante gran parte del siglo pasado, viajar a Buenos Aires constituía un privilegio para muchos chilenos. Invitantes perfectos eran los espectáculos musicales y teatrales, la literatura, la cultura, el deporte, la gastronomía, la moda en el vestir y la bohemia bonaerense.

Pero, en el seno de la sociedad argentina yacía un pequeño monstruo dispuesto a fagocitar todo aquello. Era la Corrupción y su alter ego el Caudillismo.

Durante décadas, con su desatada bohemia de lunes a lunes, Argentina dio curso a una frase que grafica perfectamente la realidad: “lo que los argentinos producen y ganan de día, lo dilapidan de noche”.

Y llegó el tiempo de los cacicazgos y caudillismos. Lo acontecido con Sáenz Peña, Sarmiento, Yrigoyen, es digno de aplaudir y reconocer como ejemplos de autoridad y amor por su país. Especialmente Yrigoyen, quien había puesto fin democráticamente a 40 años de conservadurismo en la política nacional. Pero, en 1930 un golpe de estado militar (el primero de una seguidilla de golpes en el siglo veinte) puso fin a su gobierno…los militares habían determinado insertarse en el mundo político tomando –violentamente- las riendas de la nación.

Y con ello, arribó el amor desenfrenado por el dinero, el populismo y el derroche fiscal, asunto más que esperable ya que en ningún país del mundo los militares han sido buenos administradores del dinero nacional.

Durante los años de la segunda guerra mundial (1939-1945), Argentina pareció recuperar su antiguo estatus de país poderoso e independiente al declarase neutral y negociar urbi et orbi sus productos naturales. Ese enorme resurgimiento económico no tuvo impacto importante en lo político, pues los grandes ganadores habían sido, como siempre, los sectores empresariales y agrícolas, quienes impidieron –manu militari presente- distribuir las riquezas con el digno y empobrecido pueblo argentino.

Juan Domingo Perón (y Evita) fueron la respuesta popular a tamaño expolio patronal. Pero, como siempre (otra vez) un golpe militar terminó el inolvidable período peronista. ¿Fue Perón un caudillo, más que un político verdadero?

De regreso al derroche Argentina vivió períodos de grandeza y de inestabilidad… hasta que sus autoridades militares y empresariales decidieron extirpar sin ambages todo acto político prohibiendo el desarrollo de la democracia y la libertad de expresión.  Con las cuentas del almacenero en contra y con cifras negativas, los generales argentinos se metieron en barriales y honduras… primero fue el intento de movilizar el ‘patriotismo’ del pueblo contra Chile por el dominio el Beagle. Fracasado ese intento, la invasión a las islas Malvinas y una declaración no oficial de guerra contra Gran Bretaña fue el detonante final.

¿Qué vino luego?  Frondizi, Guido, Illia, Onganía, Levingston, Lanusse, Cámpora, Perón (nuevamente), Estela e Perón, Alfonsín, De la Rúa…Menem, Kirchner, Cristina, Macri, Fernández… y hoy, Javier Milei. Ningjuno de ellos logró equilibrar la balanza fiscal y devolverle a Argentina su antiguo estatus.

Hoy sólo quedan los recuerdos de una gran patria sudamericana, y el fútbol hecho campanuda religión que los argentinos (en su mayoría) sienten que es ejemplo de ser gran potencia continental.

Hace pocas horas, el presidente de los EEUU, Donald Trump, a bordo del Air Force One, el avión oficial, y mientras se dirigía a Washington desde su casa en Mar-a-Lago, Florida, fue consultado por la prensa sobre los cuestionamientos de agricultores estadounidenses por su apoyo al presidente ultraderechista Javier Milei.

“Argentina está luchando por su vida”, respondió. “Nada está beneficiando a Argentina. Están luchando por su vida […] No tienen dinero, están luchando con todas sus fuerzas para sobrevivir”, remarcó. “Si puedo ayudarles a sobrevivir en un mundo libre… Me gusta el presidente de Argentina. Creo que está haciendo todo lo que puede […] Se están muriendo. ¿De acuerdo? Se están muriendo”,

Huelgan comentarios. Argentina sigue transitando hacia el desastre.