Bandas delictuales extranjeras, matar y morir en Chile

 Bandas delictuales extranjeras, matar y morir en Chile

Arturo Alejandro Muñoz

 Quizás, el problema esté ocurriendo en muchos países de nuestra América Latina, pero, al parecer, en Chile ha adquirido dimensiones mayores, pues el Ministerio Público reconoce que, desde hace a lo menos una década, hay doce (12) bandas delictuales extranjeras del crimen organizado operando en la Región Metropolitana, Arica, Iquique y Antofagasta.

Y no sólo del crimen organizado, pues existe también una proliferación de nombres de asociaciones que no pertenecen ni se identifican con una organización criminal, pero que sin embargo son igualmente violentas, comparten la misma nacionalidad y se enfrentan en las calles dispuestas a asesinar a sus rivales para ejercer control y monopolio sobre un determinado territorio.

Estos grupos tienen mayor incidencia en el tráfico de drogas, extorsiones y en el homicidio, visto este como una externalidad de ese control territorial sobre cierta actividad ilícita en un determinado sector. Algunos de estos grupos, de hecho, cometen secuestros como herramienta de intimidación, o de ajuste de cuentas más que como negocio ilícito en sí mismo. 

Ahora bien, ¿qué es, o cómo se puede definir el crimen organizado?  El actual gobierno chileno (presidente Gabriel Boric), define este fenómeno como el “conjunto de actividades que llevan a cabo estructuras organizacionales que actúan con el propósito de cometer delitos y lucrar. Las organizaciones criminales pueden ser locales o transnacionales y se pueden entremezclar distintos niveles de organización”.

En nuestro país el delito que sanciona este tipo de conductas es la asociación ilícita, la que consiste en un grupo de sujetos (dos o más personas) que se ponen de acuerdo para llevar a cabo delitos que atenten contra el orden social, las buenas costumbres, la propiedad o las personas. Se exige que tengan cierta organización y permanencia en el tiempo. 

Las doce bandas delictuales extranjeras del crimen organizado que operan en Chile, preferentemente venezolanas, colombianas y peruanas, son las siguientes:

  • Gallegos
  • Tren del Coco
  • Tren de Aragua
  • Piratas
  • Espartanos
  • Shottas
  • Pulpos
  • Hijos de dios
  • Los Trinitarios
  • Nueva Generación
  • Del Callao
  • Bang de Fujian

La pregunta que salta por sí sola es: ¿cómo, y por qué, ingresaron a Chile, un país hasta ese entonces bastante calmado, con mucho orden interno y con instituciones ‘supuestamente’ ejemplares en el cumplimiento de sus roles?  

El crimen organizado y el narcotráfico no actúan intempestivamente; por lo general, investigan con minuciosidad el terreno al que les interesa ingresar. Estudian las leyes de ese lugar, analizan las capacidades y debilidades de los sistemas policiales y judiciales, así como desmenuzan los puntos flacos de la política local…todo ello para arribar a lo que les interesa de verdad: instalarse con la seguridad de contar debidamente con rutas de acción y de escape, lo que significa tener certezas respecto del potencial de fuerza que ellos representarán frente a la sociedad local, misma que no está habituada a ilícitos criminales de le envergadura y persistencia como las que el crimen organizado efectúa.

Por cierto, el ingreso a un país es cosa difícil para el crimen organizado…puede demorar años en el estudio y análisis de los puntos que le interesa, y no siempre logra su objetivo. Pero, ello no ocurrió así en el caso de Chile.  Aquí los controles fronterizos fueron dejados abiertos de par en par, casi sin exigencias de documentación pertinente. Llegar y entrar. Además, y esto es innegable, el crimen se mimetizó en la masiva llegada de migrantes que respondieron a la invitación de un gobierno, el de Sebastián Piñera, y al apoyo explícito, público y noticiado de un par de tiendas políticas -RN y UDI- que trabajaron intensamente para dotar de “legalidad” a miles de esos migrantes que habían arribado sin documentos, atraídos por los cantos de sirena que el entonces presidente Piñera y sus asesores entonaron en la colombiana ciudad de Cúcuta.

El narcotráfico, el crimen organizado, los sicarios, los secuestradores, los explotadores de mujeres, en fin, la delincuencia internacional, encontró una increíble y magnífica manga ancha ‘legal’ para asentarse en este país y actuar en consecuencia. Además, duele decirlo, han realizado en la práctica una especie de capacitación a la delincuencia local, la que recogió con presteza algunas de las formas de brutalidad subhumana que las mencionadas bandas acostumbran utilizar en sus crímenes e ilícitos.

Al parecer, Chile ha transitado de la nueva Las Vegas a la nueva Ciudad Juárez. Las bandas delictuales extranjeras usan ahora nuestro suelo para dirimir cuentas pendientes y ajustarlas a balazos en la vía pública, incluso cobrando vidas inocentes. Ya nada les detiene. Es matar y morir en Chile.

Nuestros gobiernos sienten que este problema es una brasa ardiente en sus manos. ¿Tomar medidas drásticas, como expulsión masiva, cárcel a destajo para delincuentes variopintos, etc., y con ello “perjudicar” uno de los motivos que impulsaron a nuestros políticos del inefable duopolio, cual- fue dejar abiertas las fronteras para el masivo arribo de mano de obra barata que impetraban el gran empresariado y los agroproductores frutícolas?

El problema ya está instalado. La solución será difícil, si es que alguien se atreve a intentar siquiera ponerle coto a estos asuntos.

Y para rematar tanta desgracia, muchos miembros del crimen organizado y del narcotráfico tendrán derecho a voto en nuestro país. De Ripley.

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