¿El retorno de “los coléricos”?

Arturo Alejandro Muñoz
En la década de 1950 la prensa chilena bautizó como ‘coléricos’ a aquellos jóvenes (adolescentes aún) que mostraban amor por el rock’n roll y las actitudes contestarias. Había una clara tendencia a imitar las rebeldías juveniles expuestas por el cine estadounidense, las que manifestaban, en importante medida, aversión y rechazo por el tipo de desarrollo alcanzado por el país de las barras y estrellas luego de la Segunda Guerra Mundial.
El cine fue, definitivamente, el canal informativo de todo aquello, con películas como “Rebelde sin causa”, interpretada por el ícono juvenil de esos tiempos, James Dean, y también por medio de excelentes filmes musicales, tal cual fue “West Side Story”, traducido en México como “Amor sin barreras, donde quedaba manifiesta la violencia juvenil neoyorkina a cargo de ‘pandillas’ caracterizadas por su lugar de nacimiento, su color de piel y su idioma. Así era en ese entonces, neoyorkinos versus portorriqueños, o más específicamente, norteamericanos blancos versus el resto del continente.
Los expertos en sociología afirman que al promediar la década de 1950 la sociedad estadounidense de post guerra había alcanzado un significativo grado de desarrollo económico y, además, de consumismo. Era el mejor momento de la industrialización en el país del norte. Pero, extrañamente, a los jóvenes ello no les agradaba, no les satisfacía, pues, el de sus padres no era precisamente el modelo que querían seguir.
La moda cundió rápido en los países subdesarrollados del ’patio trasero’. En Chile surgieron los grupos de adolescentes que imitaban lo que veían en la pantalla sin haber analizado (ni intentado leer) una mísera página que se refiriese al tema principal. Simplemente, lo imitaban. Dependencia, dicen que se llama.
Años más tarde fue el momento del ‘hippismo’ con aquella memorable frase: <haz el amor, no la guerra>- De nuevo, parte importante de la juventud de EEUU y UK rechazó el mundo-modelo capitalista que asentaba sus reales en el consumismo y en la fuerza de las armas. Woodstock fue, a no dudar, el mejor final que podía tener esa época. Chile y sus jóvenes -dependientes como era y sigue siendo habitual- quisieron también mostrar su descontento y nació el “Festival de Piedra Roja”, un débil y opaco símil del neoyorkino Woodstock, pero, al menos, quedó claro que por estos rumbos tampoco gustaba mucho el modelito económico y social imperante.
Y llegamos a nuestra época actual, donde la juventud no lucha contra el modelo, sino, más bien, lo hace para aprovecharlo al máximo soslayando las consecuencias que ello, a futuro, pueda ocasionar en las vidas de millones de muchachos y muchachas. Es, también a no dudar, el momento del carpe diem…vale decir, vivir la vida a plenitud para el goce absoluto y personal, sin reparar en estragos sociales y/o personales, ni en el respeto a la vida y esperanzas de sus propios pares. El yoísmo a todo dar y en gran escala se ha tomado esta era.
Y la violencia, por cierto. Ella es condimento primordial en el tipo de relaciones que cargan los jóvenes en este siglo veintiuno, pues, sean mujeres u hombres, la fórmula de resolución de problemas se efectúa mediante peleas brutales dentro y fuera de los establecimientos educacionales, en las que a veces hay más de dos adolescentes peleando a puñetazos y patadas, y muchos otros avivando el combate y filmándolo con sus teléfonos celulares para subir algunas escenas a la red…”la red”, sí, la red…figura fundamental y principalísima en el mundo juvenil, y gran parte del mundo adulto también.
Son los nuevos ‘coléricos’ que actúan desorganizadamente, sin formar parte de ‘pandillas’ ni de ‘clubes de la pelea’. ¿Contra qué luchan? ¿Contra el sistema económico? ¿Contra el establishment?… ¿o contra sus propias vidas, asfixiadas por las impetraciones del consumismo y por la raquítica realidad económica personal y familiar? Difícil saberlo a ciencia cierta, pues tales peleas no se dan únicamente en establecimientos escolares públicos, ya que ha habido verdaderos combates en colegios privados, cuestión que no aminora.
La duda muerde y hiere…esta vez, los actuales ‘coléricos’ no se ponen de pie exclusivamente para enfrentar un adversario ‘oficial’ que expolia sus futuros, o para colaborar con la historia mediante propuestas que vayan en beneficio de un desarrollo holístico con sólidos perfiles humanos.
No, parece que no, ya que esta vez los ’coléricos’ luchan entre ellos, hombres contra hombres, mujeres contra mujeres, mujeres contra hombres, chilenos contra migrantes extranjeros, en fin… ¿y por qué? ¿Cuál es el trasfondo de todo esto?
Tarea para la sociología y para la sicología social.