Esta Derecha que odia las ideologías pero ama la suya aunque la niega

 Esta Derecha que odia las ideologías pero ama la suya aunque la niega

Arturo Alejandro Muñoz

Hubo un momento en el proceso del desarrollo político chileno que permitió pensar, con poca probabilidad de error según estimaban varios analistas, que la Derecha comenzaba a sufrir el mismo mal de la Izquierda: convertirse en un archipiélago de grupos, partidos y referentes, con liderazgos exiguos y contradictorios.

Fue sólo un relámpago menor, pues hay una diferencia sustantiva entre Derecha e Izquierda que las define en sus logros, y más certeramente  en sus dificultades y tropiezos.  

La Izquierda –su gente- se mueve por ideologías…la Derecha en cambio persigue siempre el mismo propósito que le es común a toda su gente y a la totalidad de sus componentes grupales. ¿Cuál es ese propósito?: defender y  solidificar políticamente el control que el dinero ejerce sobre el gobierno, el legislativo, el judicial y las instituciones del estado. La ecuación es sencilla. La Derecha se construye y estructura a partir de la presencia y acción en su interior de los dueños de las principales fortunas. Huelgan explicaciones.

Esa diferencia obviamente genera en la Izquierda el archipiélago mencionado…y en la Derecha, en cambio, se genera la unidad absoluta y sólida, más allá de buenos o cuestionables liderazgos. Pero el tal ‘archipiélago’ no o sólo es necesario, es vital, pues debe ser considerado el prolegómeno al éxito en la consecución de un gobierno popular.  

¿Qué pretendo decir con todo lo escrito? Estoy convencido de que ningún movimiento masivo perdura en el tiempo -ni logra objetivos políticos mayores- si no se sustenta en una base ideológica determinada, pero que cuente con aceptación mayoritaria y consciente en la población. Es por ello que empresarios como Lavín, Luksicc, Ibáñez, Paulmann , Sutil y el propio Piñera, se esmeran en repetir hasta la saciedad  que las movilizaciones populares están ‘ideologizadas’, pues de ese modo creen poder evitar lo principal: es decir, impedir que realmente se ideologicen, ya que esto ocurre (la ideologización)  es un  hecho de la causa que el gobierno y la Derecha se irían  por el excusado rumbo a la alcantarilla política.

La derecha (que lleva gobernando en el mundo más siglos que la izquierda, y por ello posee mejor ‘background’ en complots, traiciones y chanchullos), tiene claro y presente que en la medida que persista   una “no ideologización” de las manifestaciones y acciones populares, será fácil para ella separar y dividir en la multitud a los verdes de los rojos y de los blancos, ya que la ausencia de conducción central se traduce en carencia de liderazgo político, y esta ‘no presencia’ es nada más que ausencia de una ideología que represente a las masas, las aglutine y les abra el camino.

En suma,  las movilizaciones y acciones (incluidas las de la Convención Constituyente), sin referente ni sustento ideológico con aceptación mayoritaria en la sociedad civil, son  nada más que estallidos ocasionales que alertan al establishment, pero no lo conmueven, puesto que el lienzo que varias veces portaron unos jóvenes (“el pueblo unido avanza sin partido”), pudo arrancar aplausos y apoyos en su momento, pero si el ‘pueblo unido’ avanza por las suyas, sin ideología sólida para enfrentar al neoliberalismo, la batalla –creo yo- ya está ganada por la derecha y el empresariado transnacional.

Es imperioso entender que la  Derecha sí tiene una ideología, y muy prístina. Y ha sido siempre la  misma desde la época de la Revolución Industrial, a mediados del siglo dieciocho (1750): mantener e incrementar la propiedad de los bienes de producción, tanto materiales como de servicios. Pero se esmera en insistir ante el resto de la sociedad que ella no posee ideología, que sólo está interesada en el crecimiento del país y en dar trabajo a quienes lo necesiten, como si ella no necesitase de mano de obra para explotar los bienes productivos que posee. Esto último es de Perogrullo, sin embargo hay todavía mucha gente que no lo entiende, o no quiere escucharlo.

Si tuviésemos que recurrir a la Historia para definir a la Derecha  recurro a mi memoria respecto de muchos gobiernos, específicamente desde la administración de Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958)  hasta nuestros días. Varios de aquellos gobiernos también hablaron de “un nuevo Chile”, una “nueva patria”, un “comienzo de la nueva Historia”,  replicando sin pudor las fórmulas mediático-sociológicas utilizadas en el pasado siglo veinte por cuestionables personajes, como Stalin, Franco, Mussolini y Hitler.  

La mayoría de los gobiernos chilenos, en algún momento de su quehacer, hicieron de tripas corazón aceptando dar a sus programas el giro necesario para contentar a un país reclamante y movilizado, echando mano a recursos fáciles y populacheros como ese  del ‘nuevo Chile’, asunto repetido que, generalmente, se pasma antes de llegar a la pubertad.

Así ocurrió con Ibáñez y su fracasada “misión Klein-Sacks para construir el Chile nuevo”, o con Frei Montalva y “la patria joven”, con Allende y la ‘vía chilena al socialismo, el nuevo Chile que los trabajadores construirán”…o Pinochet con su archi repetida monserga de “la Historia comienza el 11 de septiembre”. Además, ¿no fue Piñera quien, en plena campaña, solicitaba a los electores sumarse al “cambio para el Chile del siglo veintiuno”? Siempre lo mismo, socorrido sólo para no fecundar y morir en la estacada.

Yendo a páginas mundiales en la Historia (y más lejos, geográficamente), recojo lo acaecido en el año 1968,   en París, con la ‘revolución de mayo’, bajo la conducción de Daniel Cohn-Bendit (Danny “el Rojo”) y su eslogan principal: “pidamos lo imposible, la imaginación al poder”. ¿En qué terminó aquello? En un sonado fracaso, ya que De Gaulle triunfó en el plebiscito y la revolución floral que perseguía crear “una nueva Francia” falleció pasmada como rosa seca.

Es por todo lo dicho que disiento de la frasecita que circula como si se tratara de una verdad irredargüible, es decir, una de aquellas verdades que respiran y crecen carentes de argumentos, sin necesidad de explicaciones, lo cual es típico del correveidile popular.

Con o sin ‘archipiélago’, parece ímprobo que el pueblo logre avanzar (en la calle y en la misma Convención Constituyente) hacía  un “nuevo Chile” si carece de una ideología central que enfrente y derrote a la otra ideología, la de la derecha, la del 5%,la del dinero como elemento principalísimo (y tal vez único) para el desarrollo armonioso de nuestra sociedad.

¿Usted cree que estoy muy equivocado? Tal vez lo esté…es posible, pero también es posible que no lo esté.  

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