LA COPLAC RECHAZA INTENTOS DE DESPOBLAR GAZA DE SUS HABITANTES ORIGINARIOS.
Hernán Larraín, ministro nostálgico de “los ochocientos” y de Schâffer
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- 17 agosto 2021
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Si a soberbios y clasistas totalitarios les molesta la Historia y la Memoria, es indudable entonces que la Memoria Histórica los desnuda y desencaja
Arturo Alejandro Muñoz
Hablar de “los Larraín” en Chile es dejar paso franco a la Historia y a una necesaria critica. Que son históricos, me advierten (como si yo no lo supiera), claro que lo son…pero respecto de algunos de ellos podemos agregar: “lamentablemente”.
La familia Larraín fue a no dudar uno de los grupos que tuvo gran influencia en el Chile colonial y, luego, en el período de la independencia. Esta familia se encontraba escindida en dos ramas: los Marqueses y los Ochocientos u Otomanos, aunque entre si no tenían ligazones significativas en las redes de parentescos.
La rama menor, la de “los Ochocientos”, ejercía un protagonismo nada desdeñable en la vida nacional desde mucho antes que se esparcieran por el país los aires independentistas. En los duros años de lucha por la independencia nacional, los ‘ochocientos’ conformaron un grupo que fue conocido también con el mote de “los Larraín”. José Miguel Carrera miró siempre con desconfianza el excesivo poder y soberbia de esa “casa otomana”. Y tenía razón.
Cabezas visibles de los ‘ochocientos’ eran Fray Joaquín Larraín y el canónigo Vicente Larraín Salas, sumándose a ellos en esa cabecera personajes como Juan Mackenna O’Reilly, Juan Enrique Rosales y Francisco Antonio Pérez García. La intensa lucha por el poder que se desató entre los hermanos Carrera y los ‘ochocientos’ duro todo el año 1811.
Fray Joaquín, convertido ya en caudillo, afirmaba orgulloso y altivo: “todas las presidencias las tenemos en esta familia nuestra: yo, presidente del Congreso; mi cuñado, presidente del Ejecutivo y mi sobrino presidente de la Audiencia”. Pero, José Miguel Carrera respondió al orgullo de los ’ochocientos’ con una pregunta clave: “¿y quién tiene la presidencia de las bayonetas?”.
Las rencillas entre los Carrera y los Larraín culminaron con el destierro del altivo caudillo Fray Joaquín a Petorca, ordenado por José Miguel Carrera…aunque no terminó allí esta profunda rivalidad entre ambas familias, pues años más tarde, Luis Carrera se batió a duelo con Juan Mackenna en Argentina (Buenos Aires), y el muy británico cuñado de Fray Joaquín y amigo de O’Higgins perdió la vida en ese duelo.
Peleas entre aristócratas, dirá alguien. En efecto, eso eran, disputas ácidas y severas por el poder, sin duda, aunque usaban a la independencia del país como leitmotiv para esconder la verdadera razón de sus odios.
Dejando atrás los avatares de nuestra Historia y trasladándonos a estos complicados siglos veinte y veintiuno, en materia política topamos de narices con dos Larraín, Carlos y Hernán, de quienes desconocemos si son o no descendientes de esos ‘ochocientos’ soberbios y altivos.
Es cierto, no lo sabemos…pero tienen la impronta, Soberbio y clasista uno de ellos (Carlos), y totalitario, manipulador y cauteloso el otro (Hernán). En Carlos no gastaremos tinta ni esfuerzo, él “ya fue”, y es un hecho que no será nuevamente elemento significativo en la política local, Se retiró a sus campos sureños un tanto dolido y avergonzado porque a su hijo Martín, y a él mismo, la gente y las redes sociales lo trataron con la punta del pie luego que diera muerte al ciudadano Hernán Canales Canales, en un atropello vehicular en la zona de Curanipe. Carlos Larraín descubrió entonces que el pueblo tenía voz y opinión. Eso no le gustó, lo desacomodó. Se encuevó definitivamente entre sus ovejas.
Pero Hernán Larraín Fernández es otra cosa. Vigente aún en política y en “changûís” bajo cuerda. Más que un estilo de hacer política, es su naturaleza. Lo lleva en la sangre. Se hace “el de las chacras”, el “columbo”, el ‘calladito”, pero sus acciones delatan lo que realmente es.
En el ámbito político, fue un activo miembro del movimiento gremialista, sin embargo, sólo se integró a la UDI luego que su gran amigo Jaime Guzmán resultara electo Senador en 1994. Ese mismo año, desempeñó el cargo de presidente del Congreso Doctrinario por dos meses y luego la vicepresidencia de la colectividad, donde estuvo hasta el 2004.
Pero, antes de ello, en 1976, la dictadura cívico-militar lo había designado miembro del Consejo Nacional de Televisión, y una década más tarde fue editor del cuerpo ‘Reportajes’ del diario ultraderechista El Mercurio (de Santiago), a la vez que redactor y columnista de ese mismo medio periodístico, como también de la revista Estrategia y de Diario Financiero, excelentes plataformas para guiar –siempre en silencio y con bajo perfil- las materias económicas y sociales del país.
Resulta difícil entender por qué Sebastián Piñera, el año 2018, lo designó Ministro de Justicia y Derechos Humanos…¡¡Derechos Humanos!!., ya que todos en Chile sabían que Larraín había sido un pertinaz defensor de la Colonia Dignidad y del delincuente nazi y pederasta Paul Schâffer, quien resultó siendo acusado de diversos crímenes de abuso sexual y, además, de haber colaborado con la dictadura militar abriendo las puertas de esa Colonia para el ingreso de presos políticos que eran “interrogados” allí. Y asesinados, en algunos casos.
Larraín Fernández, junto a otros 15 senadores de la UDI y RN, se opuso tenazmente, durante el gobierno de Patricio Aylwin, a que se le caducara o eliminara la personalidad jurídica a esa institución. Para ello, apeló incluso al Tribunal Constitucional, menospreciando las pruebas irrefutables de violaciones a los derechos humanos en la Colonia, a las detenciones ilegales e incluso a la posesión de arsenal químico y militar. “Montajes”, afirmó Larraín respecto de las pruebas obtenidas por la PDI y Carabineros.
El año 2020, un reportaje de la cadena alemana de televisión, Deutsche Welle, sobre Colonia Dignidad, culpó a Hernán Larraín de la falta de avances en las causas generadas por la Colonia, indicando que Larraín en su puesto de Ministro de Justicia resultaba un obstáculo para el avance de las causas.
Reelecto senador el año 2009 para el período 2010-2018, presidió las comisiones de Relaciones Exteriores y de Ética y Transparencia (¿qué tal?).´Sin embargo, una de sus actuaciones más criticadas ocurrió cuando el año 2013 la Comisión de Agricultura del Senado la Ley de Obtentores Vegetales, la detestada “Ley Monsanto”, y ello ocurrió gracias a tres votos a favor en esa Comisión, uno de esos votos fue el de Hernán Larraín, junto a José Antonio Coloma (UDI) y José García Ruminot RN).
Como ya dijésemos líneas atrás, en enero de 2018 Sebastián Piñera lo nombró ministro de Justicia y Derechos Humanos. Sí, leyó bien…’Derechos Humanos”. Es una ironía rayana en un insulto y una bofetada al país nominar como ministro de justicia y derechos humanos al principal defensor a ultranza de Paul Schâffer y de Colonia Dignidad, ministro que además, tiempo antes de asumir ese cargo, negaba tajantemente las tropelías, aberraciones y acciones criminales cometidas por Schâffer al interior de esa Colonia.
Un declarado negacionista de los crímenes de lesa humanidad cometidos –comprobadamente- por individuos desquiciados y racistas (extranjeros, por añadidura), recibe el cargo más alto de la pirámide la justicia chilena. ¡¡Es inaceptable!!
Pero, no termina allí la saga de hechos políticamente deleznables en los que el señor Larraín Fernández ha estado involucrado. Hace pocos días la opinión pública se enteró a través de un grupo de abogados de Derechos Humanos, que el gobierno de Sebastián Piñera a través de su ministro de Justicia, Hernán Larraín Fernández, amparándose en la Ley Nº 19.586, de manera silenciosa y a escondidas (como le gusta a Larraín la política) ha venido reduciendo condenas a violadores de derechos humanos,
Estos beneficios habrían comenzado a aplicarse desde el año 2020, consistentes en indultos presidenciales y rebajas de condenas, los cuales se han otorgado al margen del control de los tribunales de justicia y con absoluto desconocimiento de los familiares de las víctimas.
Resulta indudable que estas acciones ejecutadas por el Presidente y su ministro son abiertamente improcedentes, arbitrarias y contrarias al derecho internacional, pues contravienen no sólo el Estatuto de Roma sino también los acuerdos firmados expresamente por el estado chileno con organizaciones supranacionales.
Además, resulta obvio entender que Piñera y Larraín Fernández se encuentran ejecutando una política de amarre para dejar todo bien atado –en beneficio de los dueños de la férula- antes de entregar el gobierno a una próxima administración en marzo del 2022.
Finalmente, el autor de esta nota no posee datos suficientes para asegurar que Hernán Larraín desciende de aquellos “ochocientos” que en 1810 dirigía el inefable y sedicioso Fray Joaquín Larraín…pero que se asemeja en los métodos, en el clasismo, en el totalitarismo y en la desvergüenza, no hay duda alguna.
Y es ministro de Justicia…¡¡y de Derechos Humanos!!