«La carta del presidente Macron no toma en cuenta al pueblo saharaui».Por: Abdelaziz Rahabi

 «La carta del presidente Macron no toma en cuenta al pueblo saharaui».Por: Abdelaziz Rahabi

«La carta del presidente Macron no toma en cuenta al pueblo saharaui».Por: Abdelaziz Rahabi*

La carta del Presidente Macron en la que concede territorios que no le pertenecen a una tercera potencia es un acontecimiento que, para ser comprendido, debe ser analizado desde la antropología colonial más que desde la geopolítica.
En realidad, no se trata de un cambio en la posición francesa, que no ha variado desde 1975, año del abandono del Sáhara Occidental por parte de España, de su invasión por Marruecos y de la intervención de la fuerza aérea francesa en contra de las columnas militares del Frente Polisario. El rey Hassan II no obtuvo del general De Gaulle la amputación de Argelia de sus tierras númidas unificadas por el rey Massinissa hace más de 2000 años con fronteras determinadas y más antiguas que las de Francia y Marruecos juntas. Valérie Giscard d’Estaing, declarado defensor de la Argelia francesa, había realizado una especie de compensación territorial diferida que recogió el espíritu de la Conferencia de Berlín de 1885 –que había dividido los grandes reinos e imperios de África– al alentar la anexión por parte de Rabat del Sáhara Occidental.
Para hacer ceder a Argelia, que no había aceptado el hecho consumado, Giscard d’Estaing había recurrido desde 1977 a todas las formas posibles de chantaje, de las cuales la más notable fue la salida voluntaria o forzosa de Francia de 35.000 trabajadores emigrantes argelinos al año -500.000 en 5 años, si contamos mujeres y niños- para revertir el flujo migratorio organizado en el marco del famoso Acuerdo de 1968. Cabe recordar que este Acuerdo se alcanzó a raíz de una fuerte necesidad francesa de mano de obra y estaba en línea con el espíritu de los Acuerdos de Evian, que incluyen concesiones argelinas exorbitantes dentro de sus cláusulas militares, en particular la presencia de bases y de ensayos nucleares. Las medidas adoptadas por el ex Presidente francés también tenían como objetivo hacer pagar a Argelia por su política africana y debilitar a su régimen no alineado y cercano al bloque socialista. Estas medidas comenzaron a aplicarse -lamentablemente- de manera obligatoria para nosotros, pero afortunadamente fueron interrumpidas con la llegada de François Mitterrand en 1981.
El Acuerdo de 1968, elevado al rango de prioridad estratégica en el debate interno francés especialmente durante los períodos electorales–, ya no es de ninguna utilidad para Argelia, puesto que ofrece pocas ventajas comparativas con respecto a los demás regímenes e incluso favorecería la fuga de competencias. Deberíamos desvincularnos de éste, no perderemos nada, al contrario, ganaremos en dejar de estar en el centro del debate interno en Francia y en dar menos motivos a la “argeliofobia” que prevalece. Mientras no tengamos un Soft Power eficaz, es mejor no fomentar la multiplicación de nuestras fragilidades.
Es con este mismo espíritu y con las mismas segundas intenciones que se pensó el plan de autonomía marroquí de 2007, concebido y moldeado a partir de 2006 en el Quai d’Orsay de París (Muelle de Orsay) bajo la dirección de Jacques Chirac y retomado un año después por Nicolás Sarkozy.

Este plan había provocado desde entonces reticencias en el propio Makhzen y, en particular, del Ministro del Interior de la época, Driss El Basri, quien estimaba que la autonomía podría crear un precedente susceptible de ser instrumentalizado por los movimientos independentistas del vecino Rif (región norte de Marruecos que limita con el mar Mediterráneo y con Argelia). El modelo de los Lander alemanes podría quizás responder a una demanda interna marroquí, pero sólo puede involucrar a este país dentro de sus fronteras internacionales. En cuanto a querer imponer este modelo a los saharauis, cuya Corte Internacional de Justicia concluyó en 1975 que no tenían vínculos históricos de lealtad para con el Sultán de Marruecos, esto evidencia una negación del derecho a la libre determinación.
Hay que recordar que Nicolas Sarkozy está también detrás de la operación de mistificación que presentó una supuesta petición de arrepentimiento de Argelia como condición previa para cualquier normalización de las relaciones con Francia. En realidad, desde los Presidentes Ben Bella hasta Tebboune, Argelia nunca había hecho esta petición ni ha empleado este término que, en nuestro país, se utiliza en el ámbito religioso, mientras que es usado por los políticos a modo de contraste, por algunas elites como narrativa y como argumento por los medios franceses.
El tropismo argelino atribuido al Presidente Macron para Argelia ha sido repetido una y otra vez últimamente por las cancillerías y los medios de comunicación franceses y, en ocasiones, retransmitido a Argel para justificar lo que se presenta como una decepción que habría conducido a un cambio de dirección. Es, sin embargo, ese mismo Presidente quien en 2002 expresó -sin desmiento- su negación de la historia de Argelia presentada como un subproducto de la colonización y de sus valerosos liberadores, los muyahidines, como rentistas de la historia.
Cómo podemos creer que el destino del Sáhara Occidental es consustancial a la calidad de las relaciones argelino francesas sin correr el riesgo de presentar a Argelia como un país sin una doctrina anticolonialista, poniéndonos en conflicto con nuestra propia identidad y con los principios más elementales del derecho humano y de los pueblos a la libre determinación. La carta del Presidente Macron no toma en cuenta al pueblo saharaui y aunque no tiene efectos jurídicos como la de Trump, se arroga el derecho napoleónico a conceder soberanías como en los tiempos de los Imperios.
En realidad, la posición francesa se justifica esencialmente por el hecho de que Marruecos es un fiel aliado histórico de Occidente, que cuenta con el apoyo incondicional de los países del Golfo y que es el único amigo de Israel en nuestra región. Además, la reafirmación de lo que llamamos “Sur Global” como actor diplomático importante sitúa a Argelia entre los países presentados como hostiles a Occidente. En fin, la posición intransigente de Argelia respecto de la cuestión palestina molesta y provoca crispaciones en el seno de la Liga de Estados Árabes y presiones especialmente a Nueva York.
Esta situación, aún de no ser nueva, exige la revisión de ciertos paradigmas en la geopolítica de Argelia. En efecto, para Europa, nuestro país constituye un mercado sin barreras arancelarias, sin contraparte en términos de entretenimiento y su proveedor privilegiado y confiable de productos energéticos y su potencial proveedor de hidrógeno verde.
Es garante de la estabilidad de las fronteras con el Sahel, lo que reduce significativamente el riesgo de flujos masivos de inmigrantes hacia el sur de Europa en momentos en que otros países, como Marruecos o Turquía, utilizan aquello, y tal vez con justa razón, como herramienta diplomática. Del mismo modo que cooperamos con nuestros socios en cuestiones de terrorismo y otras formas de amenazas sin cosechar, por consecuencia, dividendos en el plano diplomático.
Este cara a cara con Europa nos implica un costo en todos los niveles mientras nuestro país cumple con las condiciones que lo califican como “de vocación universal” siempre que tengamos la ambición de lograr algo grande. Debemos considerar seriamente, por el bien de las generaciones futuras –que debemos prepararnos mejor para vivir con el tiempo universal–, alejarnos de la lógica de la geografía como base exclusiva de la geoestrategia y tomar nuestras decisiones conforme a nuestros intereses.


*diplomático argelino y ex Ministro de Estado.
Fuente: Publicado en el “El Watan” de Argelia, 6 de agosto de 2024.
Traducción de Infosurglobal
7 de agosto 2023

Infosurglobal

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