Uruguay:Un escenario favorable para una reforma integral de la Seguridad Social. Por:Antonio Elías.
“Oda al Aire” ¿A quién(es) se referiría Neruda hoy si aún viviese?
Arturo Alejandro Muñoz
FUE ISLA NEGRA su último refugio antes de partir. Chile era invisible bajo el manto de humo y pólvora que arrastraba el viento de corajes pagados, corajes vendidos, corajes tiránicos. Miró a Matilde, su fiel compañera, y susurrando con esa voz de poeta que fluía por cada uno de sus poros, le dijo quedamente: «me muero, chascona querida, y muero pocos días después del fallecimiento de mi patria».
En medio del terror que se había avecindado en todos los hogares, calles, pueblos, campos y callejones, fue trasladado a una clínica en Santiago y de sus labios no escapó en ese momento ningún verso. Sin embargo, de sus ojos brotaban lágrimas adobadas con la sal de la vida…con la sal de la creatividad y del amor a su pueblo. Nuestro Premio Nóbel abandonó así aquel último cobijo de su fructífera existencia, que construyó y alhajó durante largos años con la paciencia que sólo un artista sabe sobrellevar.
Rumbo a la ciudad bombardeada, Neruda debe haber recordado sus conversaciones con Salvador Allende, sus luchas contra el traidor González Videla, su alocución magnífica e histórica pronunciada en el hemiciclo del Senado, cuando con valor sin par dijo: «Yo acuso»…si aún viviera, ¿qué y a quiénes acusaría hoy?
No es este tiempo de críticas ni de reflexiones inútiles. Tampoco estas líneas pretenden algo más que recordar -honrándolo- a un chileno cuya trayectoria jamás adquirió el zigzagueante camino que muchos de aquellos que lo tuvieron como un símbolo, hoy le abofetean aliándose con quienes derrumbaron la patria y el pueblo que él ayudó a dignificar.
En ese trágico septiembre del ’73, a pesar de las bayonetas, los cadalsos y los bandos militares, más allá del temor a la represión y la tortura, el pueblo de Santiago salió a la calle para tributarle el último adiós. Una alfombra de pétalos y llantos se extendió hasta el Cementerio General. Los buitres carroñeros vestidos gratuitamente con uniformes pagados por el pueblo, vigilaban el cortejo. ¡¡No vaya a ser cosa que Neruda despierte, se levante y los chilenos decidan alzarse!!
Meses después, Tito Fernández -el Temucano- cantaría su mejor homenaje: «cuando muere un poeta, muere una estrella/y no se ha muerto niuna…que yo lo sepa/dicen que ha muerto Pablo/qué va a morir Neruda/no va a morir jamás».
En la Clínica Santa María -de espeluznante currículo- un sábado 23 de septiembre, allá por 1973, Pablo Neruda, el Premio Nóbel de Literatura, el ex senador, el ex embajador en Francia, el ex candidato presidencial, el inigualable y sin par Neftalí Reyes Basoalto, dejó de existir…físicamente. Su obra ha trascendido épocas, gobiernos, generaciones y estilos. Sigue presente tan diáfana e impoluta como en sus años mozos, y fue saludada por los más grandes exponentes de la cultura mundial, ya que Picasso, García Lorca, Arrau, Matta, Buñuel, Dalí, García Márquez, Cortázar, Althousser y tantos otros cuyos nombres escapan de mi frágil memoria en este instante, alzaron las creaciones nerudianas al nivel del máximo galardón posible: el reconocimiento y aplauso de sus pares.
Según el establishment adocenado, tenía un solo talón de Aquiles. Era comunista. Gran pecado. Mortal pecado según los trogloditas que hicieron fila tras la figura de aquel golpista ataviado de general que en España le gritó a Miguel de Unamuno: «viva la muerte, muera la inteligencia». Eran los vástagos de esos otros bebedores de sangre humana que asesinaron cobardemente a García Lorca y que -cual escuadrón nazi sobrevolando Guernica- bombardearon La Moneda para después teñir de rojo sangre las aguas del Mapocho y los pueblos de Chile.
Hace ya cincuenta años, un día domingo, 23 de septiembre, se nos fue el vate, pero como buen vate nos dejó un poema que parece haberlo escrito recién hoy en la mañana. Sigue vivo y luchando y creando y apuntando hacia donde corresponde, más político que nunca y con la misma sólida presencia de ayer.
Ah…amigo querido, ¡¡cómo quisieran algunos de estos renovados mentirosos y traidores rescatarle de su tumba para intentar comprar su conciencia, y así asegurar que son ellos los que están en el camino correcto!! ¡¡Cuántos ‘renovados socialistas del ‘neolibremercachiflismo’ -e imberbes bolicheros que hoy se apropiaron de la dirigencia de ese antiguo partido- querrían poner en labios suyos algunas loas al sistema predador que ellos administran por órdenes de sus patrones transnacionales!!
No pueden…jamás podrán. A quien lo intente, su ‘Oda al Aire’ le opondrá la coraza de su escritura y la acerada solidez de su compromiso. A quien lo intente…lea y reflexione:
Andando en un camino encontré al aire,
lo saludé y le dije con respeto:
«Me alegro de que por una vez
dejes tu transparencia, así hablaremos».
Él incansable, bailó, movió las hojas,
sacudió con su risa el polvo de mis suelas,
y levantando toda su azul arboladura,
su esqueleto de vidrio, sus párpados de brisa,
inmóvil como un mástil se mantuvo escuchándome.
Yo le besé su capa de rey del cielo,
me envolví en su bandera de seda celestial
y le dije: monarca o camarada,
hilo, corola o ave, no sé quien eres,
pero una cosa te pido,
no te vendas.
El agua se vendió y de las cañerías en el desierto
he visto terminarse las gotas
y el mundo pobre, el pueblo caminar con su sed
tambaleando en la arena.
Vi la luz de la noche racionada,
la gran luz en la casa de los ricos.
Todo es aurora en los nuevos jardines suspendidos,
todo es oscuridad en la terrible sombra del callejón.
De allí la noche, madre madrastra,
sale con un puñal en medio
de sus ojos de búho, y un grito, un crimen,
se levantan y apagan
tragados por la sombra.
No, aire, no te vendas,
que no te canalicen, que no te entuben,
que no te encajen ni te compriman,
que no te hagan tabletas, que no te metan en una botella,
cuidado!
Llámame cuando me necesites,
yo soy el poeta hijo de pobres, padre, tío,
primo, hermano carnal y concuñado
de los pobres, de todos, de mi patria y de las otras,
de los pobres que viven junto al río,
y de los que en la altura de la vertical cordillera
pican piedra, clavan tablas, cosen ropa,
cortan leña, muelen tierra,
y por eso yo quiero que respiren,
tú eres lo único que tienen,
por eso eres transparente,
para que vean lo que vendrá mañana,
por eso existes, aire,
déjate respirar, no te encadenes,
no te fíes de nadie que venga en automóvil
a examinarte, déjalos, ríete de ellos,
vuélales el sombrero, no aceptes sus proposiciones,
vamos juntos bailando por el mundo,
derribando las flores del manzano,
entrando en las ventanas, silbando juntos,
silbando melodías de ayer y de mañana,
ya vendrá un día en que libertaremos
la luz y el agua, la tierra, el hombre,
y todo para todos será, como tú eres.
Por eso, ahora, cuidado!
y ven conmigo,
nos queda mucho que bailar y cantar,
vamos a lo largo del mar,
a lo alto de los montes,
vamos donde esté floreciendo
la nueva primavera
y en un golpe de viento y canto repartamos las flores,
el aroma, los frutos, el aire de mañana.
Sí, así es…pareciera que esa ‘oda al aire’ Neruda la hubiese escrito esta misma mañana. Por eso la presencia de Pablo sigue incólume, viva, vigente y más necesaria que nunca, martillando muy particularmente en los oídos y cerebros de aquellos pseudo dirigentes políticos que han hecho tabla rasa con la historia de los grandes luchadores y las batallas del pueblo, para agenciarse algunas pocas lentejas mal cocinadas que entrega el establishment como pago de favores electorales y economicistas.
A cuarenta y ocho años de su muerte, Neftalí Reyes -Pablo Neruda- está tan joven como siempre, y su voz recorre los corazones de los chilenos de verdad, impetrando justicia y democracia. Pero, por sobre todo, sus letras inextinguibles e inmortales llaman a seguir luchando para construir una patria solidaria, digna y de verdad soberana.