También tengo miedo, torero, pero por razones distintas a las tuyas

 También tengo miedo, torero, pero por razones distintas a las tuyas

Arturo Alejandro Muñoz

Las recientes celebraciones de fiestas patrias 2023 contaron con adalides y detractores en un sinfín de duelos de esgrima discursiva llenos de ira y soberbia.

Los enfrentamientos verbales y escritos han superado con creces a los habidos años anteriores en estas mismas fechas, graficando con ello que la división de ayer es ahora más profunda, y que las heridas de las décadas del 70 y del 80 siguen abiertas, supurando, gritando a viva voz que todavía no hay cura para ellas. O tal vez esos gritos -que se enfrentan a placer en todo lugar- apunten a que muchos no desean que puedan sanarse, demostrando con ello la profundidad del abismo que tiene esta inacabada discordia.  

Ayer, los rivales de derecha e izquierda del siglo veinte fueron quienes llevaron el pandero en esta riña en la que ninguno concedió nada al otro, entendiendo por cierto que una de las causas de tamaño enfrentamiento procedía del grave hecho de no haber existido justicia verdadera castigando a asesinos, genocidas, ladrones, torturadores y sicópatas engalanados como agentes del estado en la época de la dictadura cívico-militar.

Hoy es otro siglo, otra gente, otro pueblo…pero los odios continúan cual si los chilenos actuales hubiesen estado presentes en aquellos aciagos y demenciales años del totalitarismo. La llamada “prensa canalla”, la prensa del establishment derechista nacional, no logró embaucar adecuadamente a millones de personas torciendo la verdad histórica y validando las “razones del golpe”.

La no justicia hizo su trabajo. Dividió lastimosamente al país. Sin justicia no hay perdón, menos aún habrá olvido.

Entonces, avivados los fuegos, surgen nuevos contendientes dispuestos a odiar al resto de los habitantes.

El Partido Republicano es uno de esos sectores, y su accionar en el Consejo Constitucional ha sido verdaderamente preocupante y altanero, procurando herir no sólo al adversario político sino al alma del país, castigándolo tal vez por haber sido alguna vez proclive a la modernidad y a los programas que procuraban -aunque muy tibiamente- un estado de bienestar general.

El texto constitucional que está siendo parido hoja a hoja en esa Convención o Consejo es, definitivamente, un serio intento por llevar a la sociedad civil chilena de regreso a los años cincuenta del siglo anterior, borrando de una plumada los escasos avances políticos y sociales logrados en estos últimos treinta años.

Esos ‘+republicanos’ son conscientes que la mayoría de los chilenos rechazará el texto que ellos presentarán en el plebiscito de diciembre próximo, pero insisten en incrementar las propuestas medievales cual si fuera un claro intento por alterar a la sociedad civil al grado de obligarla a explotar con furia, confiados tal vez (los republicanos y sus aliados pinochetistas) en que tras ellos habrá siempre un estamento poderoso bélicamente  -las fuerzas armadas- dispuesto a sacarles del fuego las  castañas  calientes.

Esos sectores juegan un juego a ganador sin ninguna posibilidad de fracaso, ya que su primera y sólida postura fue proponer que la actual Constitución de las Bayonetas (la de 1980) continuase incólume y sin cambios. Entonces, proponen ahora un texto infumable, odioso, pleistocénico, y lo hace aun sabiendo que tiene gran posibilidad de ser rechazado plebiscitariamente, por lo que de tal modo se confirmaría legalmente la continuidad de la actual carta magna.

¿Por qué, entonces, realizan tamaña locura? Ella sólo puede entenderse como una clara agresión al alma de la sociedad civil chilena, una forma de arrastrarle el poncho a millones de ciudadanos, una intentona criminal de sacar de quicio a miles de personas incentivándolas a acciones de caos y desorden para que sean reprimidas violentamente por las fuerzas de orden y, tal vez, por las mismas fuerzas armadas.

Aman la sangre ajena esos republicanos y pinochetistas. Y odian al pueblo, a la democracia y a la justicia social, de ello no hay duda alguna.

Alguien está buscando provocar al pueblo para llevar a efecto una nueva masacre. Y bien sabemos quiénes son ese “alguien”.

Me duele Chile, como a usted, y tengo miedo torero, aunque no por las mismas razones que asisten al matador de miuras.  

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