Camioneros quieren tener a Chile orillando el precipicio
Arturo Alejandro Muñoz
Soy consciente de estar refiriéndome a un tema respecto del cual pocas personas manifiestan disposición de conocer y enfrentar. Sé también que mi posición es cómoda, ya que no soy candidato a nada ni tengo cargo público ni negocio que defender. Mi calidad de jubilado me permite hablar con libertad manifestando mi opinión sin cortapisas ni subterfugios.
Hace algunas meses la multigremial de los dueños de camiones –instalada en el país desde hace cuatro décadas- emitió una declaración pública “avisando” que ella podría ejecutar acciones para hacer justicia en la Araucanía. La multigremial utilizó términos que requieren ser analizados, aunque sea someramente. En primer lugar, debemos recordar que ella nació bajo el amparo de una ultraderecha sediciosa y golpista en el año 1972-73, financiada con dineros de la Central de Inteligencia Americana (CIA) de los Estados Unidos, cuestión reconocida por la propia Central, como por el FBI y el mismo gobierno estadounidense.
Esos socios decidieron derribar un gobierno constitucional para establecer granjerías ilimitadas en beneficio del capital. Los camioneros exigieron un pago por sus servicios, no ya unos cuantos dólares como había ocurrido entre julio y agosto del 73, sino una manga ancha ‘legal’ que les permitiera apropiarse monopólicamente del traslado de carga a lo largo del país. Para ello, entonces, impetraron a sus compadres derechistas poner fin a la presencia del ferrocarril en Chile. León Vilarín encabezó las negociaciones. La memoria no falla.
Durante más de medio siglo esa multigremial ha sido la dueña de las carreteras del país, de la carga en general e incluso de las decisiones legislativas de dos poderes del estado, siempre amenazando con “suspender el transporte de alimentos y bienes básicos” si el Estado no les satisface sus demandas. Pueden hacerlo, claro que sí…total, no hay trenes.
Durante ese medio siglo han deteriorado y contaminado rutas completas, obligando al fisco a gastar miles de millones de dólares en la adquisición de combustible, manteniendo a la gente, a la sociedad civil, asfixiada con el pago dineros en beneficio de su actividad comercial vía impuesto específico y otras gabelas que todos conocen, como por ejemplo, reparación de calles y rutas menores debido al deterioro que las enormes máquinas provocan en esas vía (un ejemplo claro de ello es la Ruta H-30, de Rancagua a la Carretera de la Fruta, y esa misma carretera también, sin duda alguna). Es oportuno señalar que en ninguna de esas carreteras hay plazas de peajes, y además en ellas siempre se observa un voluminoso contingente de camiones transitando rumbo al puerto de San Antonio.
Con todas las garantías ya conseguidas, los propietarios de camiones han estado medianamente tranquilos en estas últimas décadas, hasta ahora. Y no es la Araucanía quien provoca su temor. No, claro que no. La Araucanía les ha servido de pretexto para invocar nuevas exigencias que, después de todo, son las mismas que explicitaron el año 1973. En definitiva, no es la quema de camiones (la mayoría de ellos contaba con millonarios seguros) lo que ajiza a esa multigremial, ya que nunca alzó la voz ni amenazó de forma alguna ante los asaltos y robos que cientos de camiones sufren a manos de bandas delictuales en las carreteras del norte y del sur del país, la mayoría de ellas alejadas del Wallmapu mapuche.
Entonces, ¿cuál es el temor real de esos empresarios del transporte camionero que se saben en enorme deuda con el pueblo chileno? Son conscientes que la mayoría de los chilenos optará por el retorno de los ferrocarriles de carga y de pasajeros, al menos desde Valparaíso-Santiago a Puerto Montt, incluyendo en el norte los trenes hacia Bolivia y Argentina. He ahí su principal temor hoy día.
Los nuevos ‘leónvilarín’ de esa pandilla de empresarios transportistas han decidido que la Araucanía debe ser el pretexto para obligar a gobierno, oposición, prensa canalla y fuerzas policiales y militares, a intervenir con violencia en la zona del Wallmapu.
Si hay que llevar a Chile al borde del precipicio, lo harán. Que a nadie le quepa duda y que tampoco nadie se mueva a engaño. Lo hicieron en 1973, y están dispuestos a hacerlo en el 2024-25. La Araucanía, el Wallmapu, es solamente el pretexto que necesitan. Y con el abierto apoyo de los partidos derechistas y de una prensa canalla, así como el accionar de una policía conocidamente corrupta y clasista, ya lo están haciendo.
Mientras la mayoría absoluta de la sociedad civil espera y desea que los trenes recorran nuevamente los rieles de Chile.