Cuando la función termine, a sacarse disfraces y caretas

 Cuando la función termine, a sacarse disfraces y caretas

Arturo Alejandro Muñoz 

En Argentina, ya en el gobierno, los ‘guerreros’ del neoliberalismo atacarán sin vacilar muchos programas que alienten un cierto estado de bienestar social. Venezuela es la próxima estación y Chile sigue en la mira.

Quizá, el título que encabeza esta nota cojee levemente, pues si bien la función estelarizada por los defensores a ultranza del sistema neoliberal terminó siéndole favorable en Argentina, resta aún la presentación que deberán poner en escena el próximo año en Chile.

No vaya usted a creer que estoy haciendo alusión exclusivamente a los vástagos de los «Chicago Boys» o a las viudas de la política ‘bayonetística’ que, en Economía, impusieron personajes como Délano, De la Cuadra, Cáceres, Büchi y otros, amparados por la «reserva moral» llamada Fuerzas Armadas, y cobijados –e impulsados- por esos muchachos que llevaban las riendas de una carreta cuyos bueyes eran los miembros del generalato de entonces… y al hablar de ‘muchachos’ (tal vez esté yo un tanto perdido en el género mismo) me estoy refiriendo a Jaimito Guzmán y su juvenil trouppe de bellacos clasistas.

No, pues… esas líneas van dedicadas también a muchos ex opositores al capitalismo, ex adversarios de la derecha económica, hoy fervientes partidarios del avance neoliberal en el continente. Si usted me pide nombres, puedo decirle que se atropellan en mi mente apellidos como Rossi, Letelier Morel, Bitar, Escalona, Allende Bussi, Lagos Escobar, Lagos Weber, y muchos otros.

Convengamos que, sumando y restando, tal como señala Patricio Orellana Vargas en su libro «Represión en Chile, 1973-1989″, editorial SENDA, se llega a la conclusión que todo defensor del sistema neoliberal salvaje (versión chilena del nuevo capitalismo), tiene un ideal de sociedad donde el concepto de gente organizada (en sindicatos, federaciones, etc.) es atentatorio contra el ‘desarrollo macroeconómico», pues además ese defensor del capitalismo postula que en la sociedad ideal que le interesa y atrae, todas las personas no son tales, sino simplemente individuos aislados (consumidores, usuarios, clientes), y por lo tanto necesaria y convenientemente indefensos ante la codicia y el poder de los dueños del dinero.

Más adelante, a este mismo respecto, agrega Orellana: «el esquema de fondo es el del mercado perfecto donde hay muchos vendedores y compradores, en el cual nadie puede influir decisivamente en la formación del precio. Es el ideal neoliberal».

Veinticinco años de práctica ‘democrática’ administrada por el duopolio ChileVamos-NuevaMayoría certifican la validez de las palabras de Patricio Orellana, pues resulta asunto sabido que los partidos políticos que conforman los dos bloques de ese entuerto gatopardista pertenecen, de alma y corazón, a un sólido entramado que se maneja y administra desde mucho más allá de nuestras fronteras geográficas. Es el sistema.

Poco importa qué partido -de cualquiera de los dos bloques que hoy siguen activamente presentes en la escena política nacional- se encuentre de manera temporal a cargo del gobierno… da lo mismo… no es lo relevante, como tampoco es preocupación para los dueños de las riendas enterarse que algunos ‘socialistas’ pertenecientes a una de esas coaliciones den las órdenes, pues, en honor a la verdad, ellos sólo están transmitiendo en el idioma local instrucciones emitidas desde allende las fronteras por quienes conducen y son el sistema.

Esto es lo que silencian los guerreros neoliberales durante su acción opositora a un gobierno menos «salvaje», como también es lo que callan en períodos de marketing pre electoral. En este último escenario, a algunos propugnadores del neoliberalismo les resulta cómodo y conveniente hablar del ‘cambio’, así, a secas, sin dilucidar qué, por qué, cuánto ni cómo debe ser cambiado, y menos aún detallar públicamente qué reemplazará a lo cambiado.

Para esos ‘guerreros’ el asunto se reduce a atacar cualquier programa gubernativo que aliente un cierto estado de bienestar social. Pero, nada dicen respecto a la contraparte de ese estado; menos aún si esa contraparte es la que ellos realizarán una vez que se agencien el gobierno. Terminada la campaña electoral y ya instalados en la casa del Ejecutivo, recién entonces dirán: «la función terminó… fuera las caretas», y comenzará el verdadero show.

Es lo que en estos mismos momentos –es el ejemplo reciente- está confirmando el flamante presidente argentino Javier Milei en sus primeros días de administración. Gobernando sólo vía decretos (los primeros cien días, dijo), miles de argentinos que sufragaron por él se miran incrédulos al comprobar que muchos beneficios laborales y sociales se están yendo de un sopetón al tacho de los desperdicios, en beneficio directo de la voracidad –nunca satisfecha- de un mega empresariado transnacional que se frota las manos por haber regresado a la cima del mandato oficial en el país hermano.

Y acá en Chile, para todo defensor del neoliberalismo (incluidos los progresistas y socialistas renovados) la cuestión es –tal como lo escribió Patricio Orellana- establecer ad eternum su «sociedad ideal», aquella en la cual las personas no son tales, sino simplemente individuos aislados (consumidores, usuarios, clientes), por tanto, necesaria y convenientemente, indefensos ante la codicia y el poder de los dueños del dinero.

Ese ideal de sociedad del consumo y de la desigualdad, los ‘guerreros’ del capitalismo lograrían establecerla mediante la prohibición de organización popular; ni sindicatos, ni federaciones estudiantiles ni grupos críticos al sistema (ergo, redes sociales y prensa electrónica independiente) serían permitidos legalmente.

El método, en esta democracia protegida, no es acabarlos de golpe, sino asfixiarlos lenta y progresivamente negándoles espacio y fortaleciendo, por supuesto, a los grupos que se oponen no sólo a la intromisión de la ciudadanía organizada en los asuntos públicos, sino también a que esa misma ciudadanía cuente con información veraz, oportuna y permanente…enemiga, por cierto, de la prensa oficial, o «prensa canalla», como ya se le llama en muchos círculos estudiantiles y laborales a aquella que está representada por las cadenas EMOL y COPESA, como también a la que desinforma y calla en los noticieros de la televisión chilena (Mega, T13, TVN, Chilevisión, etc.).

Infosurglobal

Related post