Los 60 años de un grande de nuestra historia,Jorge González. Por Juan Francisco Torres
Si bien la Historia la escriben los vencedores, no es menos cierto que esa misma Historia debe -alguna vez- reconocer ciertos méritos en los perdedores.
Arturo Alejandro Muñoz
Esta nota se escribe para ‘conocer debidamente al enemigo’, y este escrito no es un cuento ni es un documento de estudio sociológico o historiográfico. Tampoco pretende ni merece serlo. Por cierto, no intenta constituirse en documento de cierta valía intelectual, literaria, historiográfica y ni siquiera periodística, ya que estos burdos apuntes no siguen las reglas académicas de la investigación científica.
Muy lejos de todo ello, se trata sólo de unos deshuesados comentarios, ideas y apuntes desperdigados al azar después de Nüremberg en el Juicio del Alto Mando, o “el juicio de los 13 Generales”, que he querido escribir únicamente para mí mismo, para mi solitaria solaz e infatigable ironía cartesiana (si no conoces el pensamiento central de René Descartes, difícilmente podrás entenderme, por ello me permito recomendarte “El discurso del Método”).
Además, que nadie se mueva a engaño, no soy pronazi ni tampoco he defendido a esa corriente ideológica racista. Por el contrario, la combato y la enfrento… pero, en esta nota intento destacar la indiscutible calidad profesional de algunos personajes que formaron parte de los altos mandos de ejércitos alemanes durante la II Guerra Mundial.
Un país (Alemania) que decidió enfrentar militarmente a catorce naciones (Polonia, Francia, Inglaterra, EEUU, Rusia, Grecia, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Noruega, Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Brasil), y que estuvo en un tris de conseguir la victoria, debió estar caracterizado por una sólida y eficiente estructura militar…de lo contrario habría fracasado al segundo mes del conflicto.
Mas, Hitler y sus locuras totalitarias y racistas, que hoy son rechazadas urbi et orbi sin apelación, supieron encandilar a gran parte del pueblo alemán y austríaco con mentiras, promesas y mucha parafernalia, para darle calidad festiva a sus audaces aseveraciones que, en realidad, nunca se concretaron. Pero, quedó el humo del incienso nazi y su aroma a muerte perdurando por más de siete décadas.
De esos escasos líderes del ejército alemán que sobrevivieron a los Juicios de Nuremberg, destaco a cuatro de ellos. Estos son.
Albert Kesselring.
Fue Mariscal de la Luftwaffe (la aviación nazi)…conocido en Alemania del año 40 como ‘Albert el sonriente’ o ‘el tío Albert’. En diciembre de 1941 Kesselring fue nombrado Comandante en Jefe Sur al mando de todas las fuerzas aéreas en los escenarios del Mediterráneo, repartiéndose con Erwin Rommel la dirección de la campaña del Norte de África.
En el otoño de 1943 fue reasignado como Comandante en Jefe Suroeste con mando nominal de las fuerzas armadas alemanas en Italia, donde dirigió una exitosa campaña de doce meses de defensa de la península, contradiciendo las declaraciones de Churchill en las que afirmaba que Italia era un «punto débil». Desde Roma, donde había instalado su cuartel general, reclamó constantemente más aviones para reforzar la cobertura aérea del Eje (Roma-Berlín-Tokio) en el Mediterráneo.
El 25 de octubre de 1944 resultó seriamente herido al chocar su coche con un tanque que se incorporaba a la carretera.
Tras recuperarse de sus heridas, fue destinado a Alemania como Comandante en Jefe del Frente Occidental, en marzo de 1945, y posteriormente designado como Comandante en Jefe Sur. Negoció de manera eventual la rendición con las autoridades militares aliadas, aunque permaneció leal a Hitler hasta que fue informado de su muerte.
Siendo Comandante en Jefe Sur, fue hecho prisionero en Saalfelden en mayo de 1945.
Después de la guerra, ya en 1947, Kesselring fue juzgado por un tribunal militar británico en Venecia por la masacre de 335 italianos en las Fosas Ardeatinas. Fue declarado culpable y condenado a muerte. La sentencia causó gran controversia y protesta, y Kesselring vio su pena conmutada por la de cadena perpetua en la prisión de Werl (Westfalia), donde estuvo encarcelado hasta el año 1952, cuando fue puesto en libertad debido a sus problemas de salud.
Al año siguiente publicó su autobiografía, Soldat bis zum letzten Tag (Un soldado hasta el último día).
En sus últimos años de vida, asesoró políticamente al Ejército de EEUU. Los nazis no lo consideraron jamás uno de los suyos, sin embargo la Asociación de Paracaidistas Alemanes y la Asociación Alemana de Monte Cassino le tributaron homenajes luego de su muerte.
Murió producto de un violento cáncer a la garganta, en Bad Neuheim, el 16 de julio de 1960.
Ewald Ludwig von Kleist.
Von Kleist, el menos recordado de los comandantes. Dirigió el ‘Grupo de Ejército Sur’, en Ucrania y ordenó la retirada de sus tropas en el sur de Ucrania cuando la situación era ya insostenible. Fue llamado a ‘La Guarida del Lobo’ (en Prusia Oriental) donde Hitler ‘manejaba’ personalmente la guerra. Fue condecorado con la Cruz de Hierro, pero apartado del mando militar.
Estuvo retenido en Silesia, en su parcela, hasta 1945 cuando la avanzada del Ejército Rojo le hizo abandonar esa propiedad junto a su familia. En abril del 45 una patrulla estadounidense lo captura y lo envía a Inglaterra, pero los ingleses lo trasladan a Yugoslavia donde la gente de Tito (Josep Broz Tito) lo condena a 15 años de cárcel. Tiempo después, es trasladado a la URSS, allí se le sentencia a otros 25 años, ahora en Siberia.
En nueve años, von Kleist estuvo en 27 prisiones, hasta que en 1954 falleció debido a los graves efectos de la arteriosclerosis.
En la prensa de EEUU hubo severas críticas al ejército estadounidense por haber extraditado a la URSS a un general –von Kleist- que no había cometido crímenes de lesa humanidad, y que además (siempre según la prensa de aquella época) se le reconocía como uno de los mejores “tácticos” cuando le correspondió poner en acción la entonces exitosa blitzkrieg (guerra relámpago), con la que Alemania logró invadir Polonia, Holanda, Dinamarca, Bélgica y Francia.
Hermann Hoth.
Al ser ascendido a Teniente General, el 1 de noviembre de 1938 recibió el mando del 15º Cuerpo Motorizado y al año siguiente formó parte de las fuerzas de invasión en Polonia.
Durante la ofensiva en Francia y los Países bajos, dirigió la ofensiva desde las Ardenas hasta la costa del Canal Inglés ocupando Normandía y Bretaña. Debido a su brillante actuación durante la campaña, fue ascendido a General el 19 de julio de 1940.
Durante la Operación Barbarroja estuvo al mando del Panzergruppe 3, atacando por el norte la ciudad de Bialystok por el norte, mientras Heinz Guderian lo hacía por el sur en un movimiento de pinzas que concluyó con el cercamiento de la ciudad y con gran parte del 10º Ejército Soviético. Luego continuó su marcha en dirección a Minsk y Vitebsk que también fueron cercadas y capturadas antes de dirigirse a Moscú.
En octubre de 1941 a Hoth se le encargó comandar el 17º Cuerpo de Ejércitos en Ucrania, pero esta vez el Ejército Rojo contraatacó en enero de 1942 y Hoth se vio obligado a replegar sus fuerzas.
En junio de 1942 relevó al general Eric Hoepner como jefe de 4º Ejército Panzer, y actuó de manera brillante en Stalingrado, aunque sus esfuerzos no se vieron coronados con el éxito debido a la terquedad de Hitler que impidió que el 6º Ejército del general Friederich Paulus rompiera el cerco ruso en dirección a las fuerzas de Hoth.
En julio de 1943 tomó parte en la Batalla de Kursk, pero se vio forzado a retirarse para formar una línea defensiva en posiciones más adecuadas para sus debilitadas fuerzas. Luego, al no poder recuperar Kiev, Hitler lo retira del frente acusándolo de no haber hecho el esfuerzo suficiente, pasándolo a la ‘Reserva del Führer’ hasta el final de la guerra.
AL finalizar el conflicto, Hoth fue arrestado y acusado de crímenes de guerra. Juzgado en Nüremberg junto a tantos otros oficiales de carrera, fue condenado a 15 años de prisión el 27 de octubre de 1948 y liberado 6 años después, en la prisión de Lansberg, en plena guerra fría cuando los oficiales alemanes podían ser útiles en un conflicto bélico contra la URSS.
En su retiro alcanzó cierta notoriedad como escritor de historia militar, hasta que murió en Goslar, el 26 de enero de 1971, a la edad de 85 años.
Gothard Heinrici.
Heinrici sirvió durante toda la Segunda Guerra Mundial en ambos frentes, occidental y oriental Se ganó la reputación de ser uno de los mejores tácticos defensivos de la Wermacht siendo admirado por su tenacidad para detener ataques enemigos con pocos recursos.
Durante la blitzkrieg en Francia, Heinrici logró atravesar la Línea Maginot el 14 de junio de 1940. Durante la Operación Barbarroja sirvió en el 21 Ejército Panzer a las órdenes del general Heinz Guderian, quien le apreciaba por su profesionalismo. Recibió la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro el 18 de septiembre de 1941.
El 20 de enero de 1942, Heinrici obtuvo el mando del 4º Ejército, enfrentado directamente en un contraataque hacia Moscú durante las «Batallas de Rzhev«, con las cuales el Ejército Rojo buscaba reducir la presión germana sobre la capital de la URSS. Se sostuvo durante 10 semanas, aunque sus tropas eran ampliamente superadas en número (a veces 12 contra 1). Allí desarrolló una de sus más célebres estrategias: cuando conocía la inminencia de un ataque soviético, retiraba sus tropas de la línea de frente hasta que terminaba la barrera de artillería soviética, para posteriormente volver a desplegarlas, indemnes y sorprender a la infantería enemiga cuando avanzara.
Esta estrategia la usaría varias veces en el futuro, salvando la vida de miles de soldados atrincherados durante la Batalla de Berlín.
En el verano de 1944, después de ocho meses de retiro forzoso debido a una enfermedad, Heinrici fue enviado a Hungría y puesto al mando del 1º Ejército Panzer; así como del 1º Ejército Húngaro que estaba adscrito al anterior.. Pudo mantener relativamente intacto al 1º Ejército Panzer mientras se retiraba a Eslovaquia.
En las últimas semanas de la guerra, Heinrici se opuso a la política de «tierra quemada» de Hitler, plasmada en la Orden Nerón según la cual toda instalación de infraestructura civil debía ser destruida para evitar que cayese en manos del enemigo. Apoyó al ministro de Armamento Albert Speer para salvaguardar las grandes ciudades como Berlín y Hamburgo de la destrucción total. Cuando fue nombrado responsable de la defensa de Berlín, su primera orden fue que «nada sea voluntariamente destruido».
El 20 de marzo de 1945, a petición desesperada del mismo Heinz Guderian ante Hitler, se le otorga el mando del Grupo de Ejércitos del Vístula, encargado de la defensa de Berlín ante la ofensiva del Ejército Rojo y en reemplazo del Reichsfùhrer Heinrich Himmler. La situación que recibe de parte de su antecesor es desesperada e irreversible ante el embate de las fuerzas soviéticas en Prusia, pero reuniendo a los restos del Grupo de Ejércitos del Vístula logra contener por un corto tiempo la ofensiva soviética, frenando parcialmente su avance a Berlín.
Heinrici fue hecho prisionero por las tropas inglesas en mayo de 1945 y encerrado en un campo de prisioneros en Gales, donde permaneció hasta su liberación en 1948.
Dos años más tarde, en 1950, comenzó a trabajar para el ejército de los Estados Unidos de Norteamérica.
Tras la guerra, sus escritos y las páginas de su diario privado fueron reunidos en un libro, titulado “La moral y conducta aquí son como aquéllas de la Guerra de los Treinta Años”.
Murió en diciembre de 1971 a los 85 años de edad.