LA COPLAC RECHAZA INTENTOS DE DESPOBLAR GAZA DE SUS HABITANTES ORIGINARIOS.
El complot de Colliguay

EL AÑO 1948, el entonces Presidente Gabriel González Videla, miembro del Partido Radical, dictó la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, más conocida como “‘Ley Maldita’ ya que con ella se proscribió al Partido Comunista, iniciándose una feroz persecución contra los dirigentes, parlamentarios, regidores y simpatizantes de esa tienda política. El poeta Pablo Neruda –a la sazón senador- fue uno de ellos. Pero nuestra historia de hoy es otra.
González Videla fue tildado inmediatamente de ‘traidor’ por las fuerzas de izquierda que le habían apoyado durante la campaña presidencial. El propio Partido Socialista sufrió una escisión al dividirse en dos tendencias, una comandada por Raúl Ampuero y la otra encabezada por Salvador Allende. Mientras, el mundo sindical agrupado en una ya moribunda CTCH (Confederación de Trabajadores de Chile) se lanzó a la calle impulsando una serie de largas huelgas cuyo objetivo final era, simplemente, la caída del gobierno…mientras la brutal persecución efectuada por González Videla contra los comunistas proseguía sin cesar.
En el mes de agosto de 1951 las calles de Santiago estaban paralizadas por la Marcha del Hambre, una multitudinaria concentración que reclamaba por el alza de los precios de los alimentos y el vestuario. Durante la fría mañana siguiente, el país se paralizó ante la aterradora noticia: dos dirigentes sindicales, bastante conocidos por la opinión pública, habían sido secuestrados a manos de la policía política del gobierno. Se trataba de Edgardo Maas y Domiciano Soto, dirigentes de la CTCH y de los Empleados Bancarios respectivamente.
La administración de González Videla comenzó a tambalear. Todos los partidos políticos de centro y de izquierda –a través de la prensa que administraban, e incluyendo a los radicales- acusaron al mandatario de haber ordenado el secuestro, y le exigieron la inmediata liberación (‘sanos y salvos) de Soto y Maas, así como la renuncia al cargo de Presidente de la República. La crisis era total y se olían en el ambiente aromas a asonadas y enfrentamientos.
Días después, Domiciano Soto y Edgardo Maas, fueron ubicados por la policía de Investigaciones en una vieja casona que se levantaba en el aislado sector campesino de Colliguay, cercano al estero Puangue, próximo al sector llamado hoy Lo Orozco (Región de Valparaíso). Llevaban en el lugar más de cinco días escondidos de la prensa y de la opinión pública, hasta que un campesino del sector habría dado aviso a las autoridades pues sospechó de ellos simplemente porque no los conocía.
Al ser trasladados a Santiago, González Videla los acusó de ser responsables de un auto secuestro cuyo fin inmediato habría sido el desprestigio y posterior derrumbe del gobierno. Lo cierto es que el llamado Complot de Colliguay logró la caída del Comando Nacional contra las Alzas, la protesta pública de los gremios y un primer esbozo de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) que, finalmente, lograría estructurar Clotario Blest. También significó el término de la hegemonía del Partido Radical y el encumbramiento de Carlos Ibáñez del Campo como fuerte candidato a la Presidencia de la República, el que al año siguiente obtuvo el mando de la nación (1952-1958) y amnistió a Maas y Soto, amén de derogar –casi al final de su administración- la aborrecida ‘Ley Maldita’.
No obstante, hasta hoy día, se desconoce la verdadera historia del Complot de Colliguay; nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrió realmente. Las versiones son múltiples y contrapuestas. Por cierto, el auto secuestro es una de las más comunes y aceptadas, pero también circuló el rumor que habría sido una estratagema del propio González Videla para poner fin a la fuerza del sindicalismo que lo tenía por las cuerdas. Otra versión apuntó a Carlos Ibáñez, responsabilizándolo de ser ‘el cerebro’ de la acción complotadora. Y no faltaron las presunciones que acusaban al sector allendista del Partido Socialista y al Partido Comunista (en la clandestinidad en ese momento) de haber diseñado el complot para que González Videla, por fin, cayera.
Es así que ya en pleno siglo XXI este evento sigue cobijado por las penumbras del misterio. Pasaron los años, y tanto Maas como Soto sellaron sus labios en lo que muchos dirigentes sindicales consideraron un pacto de silencio, un pacto de hermandad y una magnífica demostración de unidad gremial que debería ser un ejemplo para todas las generaciones de los futuros directivos de federaciones, confederaciones, centrales y sindicatos.
El ‘Complot de Colliguay’ entró a la historia del sindicalismo y de la política chilena precisamente por constituir un verdadero secreto que nunca ha sido dilucidado. Pero, fallido o exitoso, demostró cuán fuerte puede ser el sindicalismo a la hora de tener los pantalones bien amarrados y los objetivos claros y consensuados. De ello supo González Videla…y lo sabría también -30 años más tarde-el dictador Augusto Pinochet cuando el Comando Nacional de Trabajadores lo tuvo arriba de un helicóptero, tiritando de pavor, una noche de mayo.
Pero esa es otra historia.