Los 60 años de un grande de nuestra historia,Jorge González. Por Juan Francisco Torres
Las amenazas de George Soros contra el nuevo orden Multipolar
El oligarca George Soros, conocido por sus amplio poder en el mundo de la clase dominante occidental, y propietario de una enorme red de fundaciones y fondos destinados a la influencia e incidencia política, la «Open Society Foundation», ha formulado una serie de declaraciones contrarias al nuevo orden multipolar en ciernes, enfocando sus críticas y ataques, en especial, hacia los gobiernos de Rusia y China. A propósito de estas declaraciones, ha escrito algunas notas o artículos en tal sentido, entre ellas, el año pasado, una columna sobre el conflicto en Ucrania, bajo título Vladimir Putin y el riesgo de la Tercera Guerra Mundial («Vladimir Putin and the Risk of World War III»). La frase con la que termina dice mucho: «Sólo nos queda la esperanza de que Putin y Xi sean apartados del poder antes de que puedan destruir nuestra civilización».
Es larga y profunda la relación de Soros con Ucrania. Ya en 2014, en una entrevista a CNN, y en relación al Golpe de Estado ejecutado en los primeros meses iniciadas en el movimiento «Euromaidan» y muy tempranamente capitaneados por los grupos de choque fascistas y nazis, Soros reconocía su implicación en el escenario ucraniano: «Creé una fundación en Ucrania antes de que se independizara de Rusia. Y la fundación ha estado funcionando desde entonces y ha jugado un papel importante en los acontecimientos actuales». Soros se refiere a la «International Renaissance Foundation», parte integrante de las Open Society Foundations de propiedad del magnate estadounidense.
En la web de Open Society, la presentación sobre su sección sobre Ucrania no tiene desperdicio, así que reproducimos parte importante de ella:
«La International Renaissance Foundation, que forma parte de la Open Society Foundations, se creó en Kiev en abril de 1990. Por aquel entonces, Ucrania aún formaba parte de la Unión Soviética, que se estaba desmoronando rápidamente, lo que situó a la nueva fundación en la vanguardia del esfuerzo de George Soros, fundador y presidente de las Open Society Foundations, por utilizar su fortuna para ayudar a los antiguos Estados comunistas de Europa Central y Oriental.
Después de que Ucrania alcanzara la plena independencia en 1991, la nueva fundación amplió gradualmente su apoyo a la a menudo dolorosa transición de Ucrania a la democracia y a la economía de mercado. El objetivo inmediato de la Open Society Foundations en Ucrania y otros antiguos estados comunistas era la modernización y la reforma de las instituciones nacionales moribundas, y el apoyo a los grupos de la sociedad civil emergentes.
En 1994, la International Renaissance Foundation era el mayor donante internacional del país, con un presupuesto anual de unos 12 millones de dólares para proyectos que iban desde el reciclaje de decenas de miles de soldados retirados hasta la creación de un centro de arte contemporáneo en Kiev. A principios de la década de 2000, la fundación se orientó hacia la integración europea, al tiempo que movilizaba recursos para ayudar a los afectados por el conflicto tras la invasión y anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia en 2014. A lo largo de su vida, la fundación ha apoyado más de 18.000 proyectos, beneficiando a millones de personas.» (las negrillas son nuestras).
Como es conocido entre los entendidos de los movimientos de Soros, el magnate y oligarca ha trabajado hace décadas con la USAID, la Fundación Nacional para la Democracia, NED (una continuadora de parte del trabajo antes realizado directamente por la CIA, bajo la idea de «soft power»), el Instituto Republicano Internacional, el Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales, la Casa de la Libertad (Freedom House), y el Instituto Albert Einstein. Entre esas fundaciones e instancias de articulación de intereses y recursos destinados a la injerencia política en distintos contextos, un objetivo central fue, tras la caída de la Unión Soviética, el de incitar a una serie de revoluciones ‘de colores’ en Europa Oriental y Asia Central. Desde ese entramado de fundaciones y organizaciones cercanas a los gobiernos occidentales, es que se motivó la «revolución naranja» del 2004: en unas elecciones en las que había triunfado el candidato Viktor Yanukóvich y el «Partido de las Regiones» de manera ajustada, se instaló la idea de un fraude electoral, y al repetirse las votaciones, obtiene el triunfo Viktor Yushchenko, candidato favorable a la integración de Ucrania hacia la Unión Europea. Las circunstancias en las que se suceden aquellos últimos meses del 2004 quedaron en varias sospechas, tanto por la veracidad de las acusaciones de fraude electoral, como por los movimientos entre las fuerzas políticas en la repetición de la segunda vuelta.
Sin embargo, posteriormente el Partido de las Regiones recupera terreno electoral. Y Yanukóvich vuelve a triunfar en las posteriores elecciones, volviendo a la Presidencia de Ucrania en el 2010. En esos años, las actividades de la IRF de George Soros continúa incrementando sus actividades, en especial en dos áreas: lo referido a la integración europea, y la supervisión y control de la corrupción.
Así se llega al 2014. El Gobierno de Yanukóvich sostenía conversaciones para un acuerdo con la Unión Europea, pero los negociadores europeos le ponen como condición el suspender las posibilidades de negociación con otros países o bloques, a lo que Yanukóvich se opone. Allí se comienza a levantar la protesta de los sectores pro europeos, que luego se aglutinarán en el llamado «Euromaidan». Si bien es cierto que las protestas en un inicio fueron masivas y generalmente pacíficas y ciudadanas, con el correr de las semanas va a tomar otro perfil.
Muchos de los participantes en manifestaciones del Euromaidán en Kiev eran integrantes de ciertas ONG o fueron entrenados por las mismas organizaciones no gubernamentales en los numerosos talleres y conferencias patrocinados por la Fundación del Renacimiento Internacional de Soros (IRF, International Renaissance Foundation), y por los diversos institutos y fundaciones de la Sociedad Abierta (Open Society), publicó en su momento el portal de noticias The New American («George Soros’ Giant Globalist Footprint in Ukraine’s Turmoil»). La IRF, fundada y financiada por el multimillonario, se jacta de que ha hecho «más que cualquier otra organización» para «la transformación democrática» de Ucrania.
De hecho, una de las principales fuentes de informaciones utilizadas por los medios occidentales desde Ucrania, el medio «Hromadske», fue fundado a fines del 2013 y comenzó sus transmisiones en noviembre de ese año, precisamente en el inicio de las protestas que dieron lugar al «Euromaidan». El canal, según sus propias declaraciones de patrimonio, fue fundado con el financiamiento de los gobiernos de los Países Bajos, Estados Unidos, Canadá, y la fundación de George Soros en Ucrania, la «International Renaissance Foundation».
A modo de ejemplo del tipo de discurso que se promovió de parte de este medio, un periodista nacionalista decía en abril de 2014, en pleno proceso del Golpe de Estado que derrocó al gobierno de Yanukóvich, que el Donbass debía ser explotado, que sus habitantes son «personas absolutamente inútiles» y que más de un millón deben ser «asesinados» rápidamente.
En numerosos países las fundaciones y empresas de comunicación vinculadas a George Soros han sido centrales en las llamadas «revoluciones de colores», entre las que se encuentra la «Revolución Naranja» en Ucrania en 2004, y el «Euromaidan» en 2014. En una detallada nota del medio alternativo «ZeroHedge» se resumen las operaciones de estas «revoluciones de colores»:
«El arma principal de George Soros para cambiar los países para que sean más flexibles a sus deseos son las » revoluciones de colores». Probablemente haya oído hablar de las revoluciones que se producen, generalmente en los estados postsoviéticos, pero también en otros lugares. Tienen nombres como la Revolución Amarilla (Filipinas), la Revolución Rosa (República de Georgia), la Revolución Naranja (Ucrania) y la Revolución Azafrán (Myanmar). Hay algunos temas comunes a las revoluciones de colores que merecen ser tenidos en cuenta por quienes deseen evitar que algo así ocurra en su propio país. Unas elecciones controvertidas en las que se produce un engaño generalizado por parte del candidato de la «oposición» suelen dar el pistoletazo de salida. La «oposición» está controlada por la maquinaria de Soros y es amiga de la OTAN o de otras organizaciones políticas atlantistas.
Entonces se producen concentraciones callejeras en las que los agentes violentos se esconden en las multitudes de manifestantes que, por lo general, son pacíficos. El gobierno entonces responde y las organizaciones «humanitarias» se quejan de que el gobierno ha tratado con dureza a los que son efectivamente terroristas utilizando escudos humanos. Por lo general, hay agentes dentro de la estructura de mando que simpatizan con Soros y sus aliados en los gobiernos occidentales. Las revoluciones de colores han tenido un éxito desigual. Fracasan más a menudo de lo que triunfan. Pero sí tienen éxito, especialmente cuando se define el éxito no tanto como el derrocamiento del gobierno existente, sino como el hecho de forzarlo a aceptar concesiones radicales que rehagan drásticamente la cultura política del país. Las revoluciones de colores han dado lugar a un cambio de régimen en la República de Georgia (dos veces), Ucrania, el mundo árabe y Bielorrusia» (Godfather of Color Revolutions: Is George Soros the Most Dangerous Man Alive?).
En la masiva filtración de archivos llamados como «DC Leaks», numerosos documentos mostraban el protagónico rol de George Soros en la desestabilización y Golpe de Estado en Ucrania en el 2014. Posteriormente, en Estados Unidos se acusó tal filtración como «una operación de inteligencia rusa», pero la veracidad de ellos no se puso en duda. En la documentación filtrada, se indica que Soros, junto con los principales ejecutivos de la fundación, mantuvo extensas reuniones con casi todos los actores involucrados en los acontecimientos de la plaza Maidan, en el centro de Kiev, entre quienes estaban los ministros ucranianos de Asuntos Exteriores, Justicia, Salud y Educación, así como el embajador de Estados Unidos en Ucrania, Geoffrey R. Pyatt, y el director de la USAID (la agencia de «operaciones humanitarias» de Estados Unidos): el objetivo era minimizar y contrarrestar la influencia rusa y los lazos culturales entre Moscú y Kiev con un enfoque para imponer un paquetazo de medidas neoliberales. Y de hecho, el Presidente Petró Poroshenko otorgó a George Soros la Orden de la Libertad por «ayudar a realizar los cambios democráticos» y «el refuerzo de la imagen del Estado ucraniano a nivel internacional» en noviembre de 2015.
George Soros y la corrupción en Ucrania
Otra dimensión de las labores de Soros en Ucrania está referida al abordaje de los temas de corrupción, un área sensible que ha servido tanto para gatillar «revoluciones de colores», como para ocultar los desfalcos y robos de recursos fiscales realizados por los sectores amigos de Washington y la OTAN. En el 2014, la ya mencionada fundación de Soros en Ucrania, la «International Renaissance Foundation (IRF) de Soros, apoyó activamente la creación del Centro de Acción Anticorrupción (AntAC) de Ucrania, una poderosa ONG que fue central en la creación del organismo «anti-corrupción» ucraniano, la «Oficina Nacional Anticorrupción de Ucrania» (NABU). Son conocidas las controversias suscitadas por los hechos de corrupción de la oligarquía ucraniana y dirigencias políticas y empresariales estadounidenses, que han llegado hasta la propia Presidencia de Joe Biden, señalado por sus estrechos vínculos con la industria de extracción del gas en Ucrania mediante su hijo Hunter Biden, quien fue parte del Directorio de la empresa de gas Burisma desde el 2014 al 2019.
Por su parte, la filtración de los «Pandora Papers» mostró la amplísima red de evasión y elusión tributaria en Ucrania encabezada por el propio presidente Volodimir Zelensky, siendo el país con el mayor número de políticos nombrados en la filtración de datos.
Una nota de Argentina Indymedia, señalaba en extenso en octubre pasado («Los Pandora Papers se hacen sentir en Ucrania, Zelensky con la soga al cuello»):
«Zelensky, su esposa y personas de su círculo íntimo poseen una red de empresas offshore en jurisdicción británica. Los beneficios de las actividades comerciales del presidente y sus protegidos, los más famosos de los cuales incluyen al primer asesor Sergey Shefir, el jefe del Servicio de Seguridad de Ucrania-SBU Iván Bakanov, el guionista del barrio ’95’ Andrey Yakovlev y otros, se han transferido regularmente a las cuentas de estas empresas desde el 2012.
En el 2019, Zelensky pretendió retirarse de la propiedad de las empresas británicas mediante un obsequio o transferencia de una participación en la gestión de fideicomisos, porque la propiedad de las empresas no chocaba en modo alguno con el cargo de presidente de un estado democrático. Pero resultó que la salida era ficticia, y Zelensky aún recibe ingresos que de ninguna manera se registran en su declaración oficial de ingresos.
Según la investigación, Zelensky, su esposa y personas de su entorno transfirieron alrededor de 40 millones de dólares del Privat Bank del oligarca ucraniano Igr Kolomoyskyi a través de las firmas de Zelensky, que se asemeja a un plan de lavado de dinero. También ha surgido información sobre bienes raíces en Londres, que, según los periodistas, es propiedad o es compartida por el presidente ucraniano Zelensky.»
Sobre todos estos hechos, por cierto, la fundación «anti-corrupción» de George Soros mantuvo silencio, al igual que los organismos «anti-corrupción» del gobierno ucraniano que son cercanos a la ONG de Soros y la instancia gubernamental estadounidense sobre la materia (Ver también, «Pandora Papers Reveal Offshore Holdings of Ukrainian President and his Inner Circle»).
Es más. En su controversia con los republicanos, el abogado y ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, acusó directamente a Soros por usar su influencia para imponer a cuatro embajadores estadounidenses en Kiev. Giuliani no especificó todos los nombres, pero mencionó a la última embajadora «controlada» por Soros, Marie Yovanovitch. Según Giuliani, bajo la dirección de Yovanovitch, la Embajada de EEUU en Kiev presionó a las autoridades ucranianas para que cerraran las investigaciones anticorrupción que salpicaban a una organización no gubernamental dirigida por Soros. En palabras de Giuliani, el dinero desviado de la ayuda humanitaria terminaba en las ONG de «Soros y los hijos de Soros». Giuliani, asesor de Trump, describió cómo en 2017 una organización que llamó la «autoridad contable ucraniana» hizo un estudio y reveló que faltaban 5.300 millones de dólares en ayuda extranjera e intentó investigarlo. El Gobierno de Estados Unidos, por entonces dirigido por Barack Obama, tomó medidas para cerrar la investigación.
Se podrá decir que tales acusaciones, por provenir del propio Trump o de dirigencias del Partido Republicano, pueden ser objetadas por ser partidizadas. Sin embargo, de hecho, fue incluso el Fiscal General de Ucrania, Yuri Lutsenko, quien acusó a la Embajadora Yovanovitch de haberle entregado a él, al asumir el cargo en 2016, una lista de personas que deberían ser absueltas de cualquier persecución por parte de la justicia, cuestión que denunció públicamente («El fiscal general de Ucrania arremete contra la embajadora de EEUU»).
Señalada esta estrecha y profunda relación de Soros con Ucrania, el nuevo texto de Soros se inserta en esa trayectoria más amplia. Por ello, amerita recalcar el cómo termina su artículo, con una declaración que mezcla el sentido de urgencia con cierto tono que, viniendo de él, puede leerse también en tono amenazante: «Sólo nos queda la esperanza de que Putin y Xi sean apartados del poder antes de que puedan destruir nuestra civilización».