Recorriendo Nuestra Historia

 Recorriendo Nuestra Historia

<<BERNARDO DE MONTEAGUDO, LA ‘MANO NEGRA’ DE LA LOGIA LAUTARINA >>

 Arturo Alejandro Muñoz

Nuestra “educación oficial” se ha esmerado en recorrer una y mil veces la vida, actos y ‘milagros’ de héroes chilenos, y lo ha hecho hasta la saciedad con una tozudez implacable.

Pero, ha soslayado -voluntariamente, por cierto- las acciones y aportes protagonizados en nuestro país por personajes extranjeros, así como también se constituyó en coadyuvante vital para estructurar el encubrimiento y disfraz de la Historia real con el evidente propósito de obnubilar al pueblo y a la vez otorgarle, cual especie de regalo indebido, la coraza nacionalista que  permite imponer la falsa idea de cuán valiente, imbatible y decidida es la gente nacida en este territorio, el cual pertenece a quince o veinte familias de rancio abolengo que lo vienen dirigiendo, y expoliando, desde antes de la independencia nacional.

El Estado Docente y el establishment mismo han acotado de tal manera nuestra Historia Patria que cientos de generaciones no supieron la historia verdadera ni quienes fueron los héroes auténticos en todo el proceso independentista. Gran parte de la sociedad chilena aún lo desconoce y quizás no quiere saberlo, temerosa del desencanto profundo que podría derivarse de las incorrectas enseñanzas recibidas oficialmente.

Bernardo Monteagudo, ¿quién fue y qué hizo?

Es absolutamente incuestionable que el verdadero “libertador” de Chile fue el general cuyano José de San Martín. Al menos, fue el verdadero libertador en materia bélica; organizador del histórico y magnífico “Ejército Libertador”, triunfador en Chacabuco y Maipú, genio y figura del triunfo final frente a los ejércitos monárquicos españoles. Seguramente usted, estimado lector, preguntará por O’Higgins y Carrera…no es agradable lo que leerá a continuación, pero es real.

Los principales caudillos chilenos de la emancipación nunca lograron ponerse de acuerdo en nada, ni siquiera en la forma que debían enfrentar al enemigo de ultramar cuando este arribó a Valdivia y al puerto de San Vicente.

O’Higgins y Carrera se odiaban intensa y públicamente. Chillanejo y santiaguino, respectivamente, representaban intereses y objetivos irreconciliables. Ambos pertenecían a una clase social aristocrática, encandilada por sus raíces, pero provenientes de ramas distintas. Uno –Carrera- hijo de familia de agricultores ricos y soberbios, creía que la patria descansaba en su linaje. El otro –O’Higgins- vástago de un exitoso y respetado Virrey, educado en Inglaterra al amparo de luces intelectuales más brillantes que las españolas, pensaba que la patria requería sólo un ordenamiento militar emanado del autoritarismo gubernativo para iniciar el largo camino de la soberanía.

Pero, ni uno ni otro era poseedor de cualidades y aptitudes reales de conducción. Pésimos administradores y peores políticos, estaban movidos por un loable amor a la patria y empujados por una valentía sin límites rayana en el suicidio. Ambos fueron los culpables del quiebre interno ante la arremetida española, y responsables también de una derrota que les obligó a ejecutar una fuga ignominiosa hacia territorio extranjero en procura de salvaguarda y apoyo eficaz.

Habrá de ser un general cuyano, José de San Martín, quien logre recomponer, reorganizar, completar, administrar, dirigir y llevar a la victoria al derrotado ejército patriota chileno.

Ahora bien, dado que este general argentino habíase preparado militarmente en España, luchando codo a codo con los españoles contra las poderosa huestes napoleónicas, luego de su triunfo en Maipú les dio un trato preferencial a los oficiales hispanos, enviándolos a la ciudad puntana (San Luis, Argentina), donde llevaron una vida apacible y en libertad…durante un breve tiempo, como se verá.

El gobernador de La Punta de San Luis, Vicente Dupuy, el año 1819 tenía como asistente a Bernardo de Monteagudo, quien a su vez había sido también asistente de los generales San Martín y O’Higgins en Santiago de Chile el año anterior, 1818.

En ambos lugares -San Luis y Santiago de Chile- Bernardo de Monteagudo dejó un repudiable rastro de barbarie política y fanatismo ideológico en su calidad de miembro importante de la inefable Logia Lautarina, a la que pertenecían O’Higgins, San Martín y el propio Monteagudo.

En San Luis, luego de un intento de fuga por parte de algunos exsoldados españoles, Monteagudo ofició con alas veloces un juicio contra ellos, ordenando fusilárseles, cuestión que se cumplió a cabalidad y que, meses más tarde, produjo la indignación del general San Martín al enterarse de lo sucedido…pero Monteagudo ya había emigrado a Perú.

Meses antes, en Santiago de Chile, siendo asistente de San Martín y un elemento de alta consideración por parte de Bernardo O’Higgins, Monteagudo decidió poner fin a las insurrecciones del popular guerrillero chileno, el capitán Manuel Rodríguez, quien había sido detenido y encerrado -´por órdenes de Bernardo O’Higgins-   en el cuartel-cárcel de San Pablo en la capital chilena.

¿Conversó Monteagudo y acordó con O’Higgins la fase final de ese evento? ¿O lo que hizo fue hecho por mano y voluntad propia sin autorizaciones provistas por el alto mando que conformaban el chillanejo chileno y el cuyano argentino en sus cualidades de líderes de la sigilosa Logia Lautarina?

Incógnita dolorosa hasta el día de hoy, dos siglos después de aquellos sucesos. La cuestión es que a Manuel Rodríguez se le sacó del cuartel-cárcel de San Pablo para conducirlo engrillado hasta la cárcel de Quillota, y desde allí al puerto de Valparaíso, donde se le embarcaría rumbo a Perú, relegado, expulsado exiliado, hasta que las nuevas autoridades chilenas dispusieran lo contrario.

Pero, los celadores de Rodríguez llevaban una orden perentoria (¿expedida por Monteagudo?, así se suponía al menos en aquella época). El capitán guerrillero no debería llegar vivo a Valparaíso.

Fue así que en un descanso en la localidad de Til-Til, ese atardecer del día 26 de mayo de 1818, Rodríguez, el jurista republicano convertido en guerrillero, protagonista de audaces acciones militares contra las tropas del imperio español y uno de los líderes más populares y queridos de la independencia, nunca llegó a su destino. Allí en Til_Til sus guardianes le habrían disparado por la espalda aduciendo un intento de fuga, pero su cadáver, periciado más de un siglo después, reveló múltiples fracturas craneales producto quizá de culatazos de fusil.

Luego de este suceso, Monteagudo se trasladó a Argentina, a San Luis, donde efectuó los hechos ya relatados en estas líneas.

Meses más tarde, se trasladó a Perú para servir a las órdenes de San Martín, primero, y de Simón Bolívar más tarde. Poco después de entrar en Lima fue nombrado ministro de Guerra y Marina y posteriormente Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores. Muchas de las medidas tomadas por San Martín, como la fundación de la Biblioteca de Lima y de la Sociedad Patriótica local, fueron impulsadas por Monteagudo.

El 25 de julio de 1822, mientras San Martín se encaminaba a Guayaquil (Ecuador) para entrevistarse con Simón Bolívar, se produjo un golpe contra Monteagudo en Lima. Era promovido por los sectores más conservadores, que encontraron eco en el Cabildo de la ciudad virreinal y consiguieron la destitución y la deportación del colaborador de San Martín.

Monteagudo se radicó en Quito (Ecuador), tras ser testigo de la decisión de San Martín de renunciar a sus cargos y delegar el mando de sus tropas en Bolívar.

El libertador venezolano incorporó a Monteagudo a su círculo íntimo. Pero entre la gente más cercana a Bolívar había enemigos de Monteagudo, como el secretario del Libertador, el republicano José Sánchez Carrió, que desconfiaba del tucumano porque lo creía un monárquico.

Estaba ocupado y entusiasmado en la concreción del sueño de la Confederación Sudamericana, cuando recibió un anónimo que decía: “Zambo Monteagudo, de esta no te desquitas”.

Sin darle importancia a la amenaza, la noche del 28 de enero de 1825 iba con sus mejores ropas a visitar a su amante, Juanita Salguero, cuando fue sorprendido frente al convento de San Juan de Dios por Ramón Moreira y Candelario Espinosa, quien le hundió un puñal en el pecho. 

Un vecino del lugar, Mariano Billinghurst, trató de auxiliarlo, ordenando su traslado al convento donde fue atendido por un cirujano y un boticario que no pudieron salvar su vida.

Espinosa fue detenido y Bolívar lo interrogó personalmente para saber quién lo había contratado para matar a Monteagudo, pero el sicario mantuvo el secreto.

Según distintas versiones nunca confirmadas, el instigador del crimen fue Sánchez Carrió, quien poco tiempo después murió envenenado.

El abogado tucumano Bernardo de Monteagudo fue, sin duda alguna, un elemento importante en todo el proceso independentista chileno y peruano.  Miembro de alcurnia de la Logia Lautarina, trabajó como asesor de José de San Marín, Bernardo O’Higgins y Simón Bolívar. Pero, tras de sí, dejó también una historia penumbrosa nunca debidamente aclarada.

En estas líneas hemos intentado colaborar con algunos datos obtenidos no sólo en las aulas del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, sino también en apuntes de la Historia de Argentina y en extractos de trabajos varios al respecto. 

Infosurglobal

Related post