Neonazis quieren gobernar desacomodando a la derecha ortodoxa
Si la vieja derecha –que todavía juega a la democracia y al republicanismo- no logra detener al interior de sus propios cuadros a esa nueva aberración cercana al nazismo, el país comenzará a vivir tiempos de negro pronóstico.
Arturo Alejandro Muñoz
Siempre se ha sabido que Chile es un país extremadamente conservador dentro del subcontinente latinoamericano, lo cual le hace aún más retrógrado –política y socialmente- al compararlo con naciones del mundo desarrollado.
Hubo sin embargo una corta época en la cual nuestra vetusta derecha política fungía de liberal si se le encaraba a la derecha del resto de las naciones de la región, donde reinaban dictadores como Somoza, Stroessner, Trujillo y Batista.
Pero, la «guerra fría» cambió ese escenario y aparecieron, desde las profundidades del racismo-clasismo, los Onofre Jarpa, Durán Neumann, Guzmán Errázuriz y una caterva de fanáticos talibanes del libre mercado transformado en religión. Pinochet Ugarte y un grupo de generales sediciosos y anti constitucionalistas completaron finalmente el cuadro de la nueva derecha: la golpista, la sediciosa, la ladrona que se apropió a precios risibles de un centenar de exitosas y rentables empresas estatales en el año 1987-88.
Esa derecha nunca se ha ido. Tal vez se mordió los labios y calló durante dos décadas, pues no era tiempo de banderear su verdadero espíritu si el arroz aun no estaba cocido…. hasta que se produjo la campaña por la presidencia de la nación el año 2017. Veinte años machacándole la sesera al pueblo a través de la televisión y de la prensa canalla –propiedad de esos susodichos ‘respetables’ hombres públicos- con cuentos de profunda falacia respecto de lo que era la «democracia, justicia y soberanía», resultaron suficientes para tener adobado el cordero que asarían al palo.
Fue así entonces que para la «derecha extrema de la extrema derecha» llegó el tiempo de salir a la luz, y esa sociedad de intereses y de nostalgias pinochetistas llamada ChileVamos, a objeto de comenzar a marcar camino propio, se desgajó de la rígida derecha clásica chilena. No hay duda que ella es el peligro actual. Y no es broma ni exageración, pues si la vieja derecha conservadora -ahora semioculta en vetustas instituciones ya alicaídas, que todavía juega a la democracia y a la tolerancia- no logra detener esta nueva aberración cercana al nazismo, el país comenzará a vivir tiempos de negro pronóstico.
Los dirigentes de estas nuevas propuestas políticas son representantes del más rancio conservadurismo y del más puro totalitarismo pinochetista.
Su líder principal es José Antonio Kast, un neonazi políticamente algo esquizofrénico, procedente de familia comprometida –en calidad de encubridora y/o ‘soplona’- en el asesinato a manos del gorilaje uniformado, y de empresarios criminales, de una decena de campesinos en la comuna de Paine el año 1973. Así lo señaló el periodista Javier Rebolledo en su libro «A la sombra de los cuervos», obra nunca desmentida ni querellada. Sabemos que ‘quien calla, otorga».
Estos nacionalistas neonazis que reconocen a JA Kast como su mentor, quieren, al igual que él, mejorar el país (mejorarlo, claro, en términos muy peculiares), mas, para lograr tal objetivo primero tendrían que conocer el país y a su gente.
El Chile que ellos conocen (y aquí incorporamos también a Johannes Kayser y a Evelyn Matthei) es aquel circunscrito a varios regimientos y a cinco o seis comunas o lugares del territorio nacional (Las Condes, Vitacura, Pucón, La Dehesa, Cachagua); y el pueblo que dicen conocer no es otro al cual contratan como jardineros, nanas, mozos, etc., lo que les otorga una visión mínima y sesgada del país verdadero.
Una idea perenne de todo movimiento pro totalitario y clasista es impedir que la gente pueda tener información suficiente para estructurar opinión propia.
A ello apuntan los trogloditas del extremo derechista, apoyados por la actual prensa propiedad de vetustos conservadores (hoy ‘colaboracionistas’ de este nuevo referente cercano ideológicamente al nazismo), que eluden la ética periodística y no ayudan a los lectores a entender e involucrarse con el mundo real que les rodea y al cual pertenecen.
Según el Premio Nacional de Ciencias, el astrónomo José Maza, mucho de aquello que José Antonio Kast y su gente pretenden en materias educacionales, sociales y culturales, es propio de un «país subnormal». Otro famoso premiado (Nobel de Literatura), el peruano Mario Vargas Llosa, calificó de «cavernaria» a la derecha chilena. ¿Estaría refiriéndose principalmente al grupo liderado por Kast? Yo agregaría al bravucón Johannes Kayser en esa calificación.
Esconder las ciencias bajo el velo de la religiosidad es una buena forma de lograr ese objetivo. Por ello, JA Kast puja porque el tan ansiado (por los derechistas) posible próximo gobierno de Matthei, restrinja en 3º y 4º Medio la enseñanza de Ciencias, ocupando esas horas pedagógicas en una asignatura llamada ‘Religión’.
Su cónyuge, María Pía Adriasola, madre de nueve hijos, intentando servir de soporte y apoyo a las ideas de su marido se ha esmerado en hacer el ridículo. Confesó hace un par de años que sólo se enteró de la existencia de métodos anticonceptivos luego de haber parido a su cuarto hijo.
Aquí estamos hablando de una cuestión ideológica, un asunto de primera prioridad para estos aún escuálidos neonazis, pues su postura se contrapone abiertamente a lo que piensa y muestra la vieja derecha. Esta última no atacaba a los gobiernos extranjeros por su ideología, y es fácil comprobarlo.
Para la derecha ortodoxa (esa de RN y UDI en el pasado siglo veinte), los casos de Cuba y Corea del Norte «merecían el repudio mundial», pero no así China, que al igual que los anteriores, también tiene un gobierno comunista administrado por un partido único… pero, su economía es neoliberal. Esa derecha ortodoxa entonces, no luchaba principalmente contra «el comunismo», simplemente luchaba para y por el neoliberalismo.
La posición nacionalista y neo nazi difiere de la anterior ya que su lucha relevante es ideológica; por ello no tiene mayores inconvenientes en ceder ante sus adversarios algunos puntos relativos a la economía, pocos, pero lo hace. Desean instalar un sistema aberrante que mezcla religión, conservadurismo medieval, estado policial militarizado y diferenciación clara de clases, razas, etnias y nacionalidades, en un crisol que amalgama el poder en una sola mano.
Tratarán de hacerlo «democráticamente» por la vía electoral, y si consiguen mayoría, lo que viene después es también asunto conocido, aún si en Chile no hay Reichstag.
Créalo usted o no, la lucha contra estas tendencias racistas, xenófobas y homofóbicas deberá darla primeramente la vieja derecha ortodoxa y «chicaguiana», con Matthei a la cabeza. Si ella sucumbe, habrá que llamar al resto de la sociedad civil para detener la hecatombe que amenazaría transformar el país en una especie de Israel sudamericano, con todo lo que eso implica para el sub continente… y para Chile, su pueblo y sus etnias, por supuesto.
Los (neo) nazis ya vienen marchando; ello es parte efectiva y real de la situación política que empapa a nuestro país, pues tal avance concreto se confirma con el apoyo de miles de migrantes anti izquierdistas que reciben, de nuestros gobiernos y parlamentarios, un regalo inefable: poder votar en nuestras elecciones nacionales favoreciendo la locura extremista de derecha.
Lo dicho, el nazismo y el ultranacionalismo se aprestan a gobernar, ya sea con Kast, ya sea con Kayser…e incluso, ya sea con la misma Evelyn Matthei, una conocida política de personalidad débil y siempre dispuesta a ceder cualquier cosa y cualquier tema, con tal de preservar su posición administrativa.