Soy provinciano, tengo fecha de vencimiento

 Soy provinciano, tengo fecha de vencimiento

El ‘desarrollo’ no puede estar presente sólo en tres ciudades… o es general para el país todo, o es nada.

Arturo Alejandro Muñoz

SI LA DEMOGRAFÍA (o Geografía Humana) se asimilase a la hidrografía, nosotros, los chilenos que vivimos en provincias, seríamos simples tributarios del río principal… es decir, decenas de provincias entregarían el total de sus aguas al caudal del río mayor, en este caso, Santiago.

Nuestro país, cada vez con mayor fuerza y énfasis, pareciera estar constituido sólo por una gran cuenca, una gran súper hoya hidrográfica, la del valle del Maipo, o mejor dicho, la del valle de Santiago. Ello cobra amplio cuerpo en la zona central, donde ciudades, pueblos y comunas parecieran existir únicamente para servir a la gran metrópolis. La capital del reino fagocita todo lo que se mueve a su alrededor, y más allá también, desde los servicios elementales –salud, educación- hasta la vivienda, pues los ricos, los millonarios que trabajan en nuestros pueblos optan por adquirir y alhajar sus domicilios fuera de la comuna rural que les da la riqueza. Incluso, ya que de empresas hablamos, muchas de ellas tributan sus impuestos en la gran ciudad, en detrimento del pueblo que les vio nacer y que les dio su primer millón de pesos.

Capitalinos, porteños y penquistas (ergo: gentes de Santiago, de Valparaíso y de Concepción) explicitan airados reclamos por la baja calidad de algunos servicios que el sistema les ofrece. Si conocieran cómo son esos mismos servicios en las comunas rurales y en los pueblos y ciudades alejados de la megalópolis, llorarían junto a nosotros… o nos preguntarían cuándo iniciaríamos la rebelión total.

¿Usted es provinciano, pobre, jubilado y miembro de FONASA?… permítame decirle entonces que tiene fecha de vencimiento, la cual no es otra que cualquier enfermedad, menor o mayor, que le aqueje, pues incluso una simple apendicitis lo puede llevar a la tumba, asaz, ipso facto.  ¿Qué el hospital Sótero del Río, o el Barros Luco, son deficientes? Ayayay… supiera usted cuál es la realidad de muchos hospitales de provincia… penosa.

El sistemita este de “libre mercado”, por estos rumbos sirve para maldita la cosa. Al contrario de lo que debiese ser, todo lo mejor que producen nuestros campos llega a las mesas y alacenas existentes en aquellas tres grandes “regiones metropolitanas” (ya mencionadas), lo que nos obliga a consumir “el resto” de lo no enviado a esos lares… y pagar incluso más caro que el valor de lo mejor que se ha transportado a tales metrópolis. Vale decir, por acá se trabaja mucho y muy duro, se produce bueno y muy bueno, se envía lo mejor de ello a las ciudades comentadas, lo que nos obliga a quedarnos con lo “menos bueno” de nuestras propias producciones, pero al momento de comprarlas para el consumo diario pagamos por ellas más de lo que pagan los habitantes de Santiago por “lo mejor de lo nuestro”. ¿Se entendió? Espero que sí, porque no me quedan deseos de repetir cuestiones que me molestan.

Sí, ya sé qué me va a retrucar usted, amigo capitalino. Es verdad. Ustedes tampoco reciben “lo mejor de lo nuestro”, ya que ello se embarca al extranjero para que nuestros vecinos más poderosos (los ricos, en este caso) puedan seguir alhajando sus domicilios en la capital, o en Viña del Mar, en Cachagua, en Pucón o en La Serena. Entonces, ustedes santiaguinos, reciben y consumen lo “bueno” (no lo más bueno, no lo óptimo), pero nosotros consumimos lo ‘reguleque’ de nuestras propias producciones. Es el mercado. Es el neoliberalismo. Nada que alegar. El problema y lo injusto es que por estos lados la paga y la ganancia son también menos que reguleque.

Aquí podemos morir por deficiencias en los servicios elementales, pero ustedes, capitalinos, allá pueden morir de pena, de atochamientos vehiculares, de estampidas humanas en el Metro, de ruido excesivo, de humos tóxicos en suspensión, e incluso de asaltos a mano armada… y si son pobres, por cierto que también se los podría llevar “la pelá” en cualquiera de esos establecimientos hospitalarios colmatados, colapsados y carentes de humanidad que ustedes tienen.

Nuestras garantías como provincianos son aquellas que ustedes añoran. Poseemos aire limpio, mejores vecinos, menos ruidos y más vida “vivible”. Si eso es poco, lo siento, pero es lo que tenemos. Todo está en no enfermarse…porque ahí sí que se nos acaba la belleza, la tranquilidad, y también la vida. Por ello, amigo mío, en el supuesto que usted quiera radicarse por estos lares, permítame recomendarle que al momento de hacerlo venga sanito, sin ninguna enfermedad que le obligue a atenderse en nuestros “hospitales de provincia”, pues en ese caso, le aseguro que lo mejor es que pida hora de inmediato en el servicio médico legal. O que regrese a Santiago y retome contacto con su médico, su clínica o quien le haya atendido antes.

¿Se percata ahora por qué en provincias nos apretamos la guata riéndonos cuando los políticos lenguajean diciendo que Chile está a un ‘tris’ de convertirse en país desarrollado? ¡¡No jodan!! En provincias vivimos más, duramos respirando hasta el borde de la máxima expectativa de vida señalada por organismos internacionales merced a nuestra forma de ser, a nuestra atmósfera límpida y a nuestra paz rural, pero no gracias a ningún sistema inventado e impuesto por quienes creen hacernos un favor explotándonos con lo que ellos llaman “buen gobierno”.

Pero, si me enfermo y debo atender mis problemas mediante los servicios hospitalarios de estos rumbos… entonces no me queda otra posibilidad que despedirme de ustedes y del mundo. Por ello, cada día, tomo té de hierbas, infusiones recomendadas por mujeres sabias de mi pueblo… ahí está la tabla de salvación… todavía. Espero y ruego que el sistema no compre los derechos de esas recetas milenarias y populares, pues de hacerlo, entonces, la vida terminaría… y comenzaría la sobrevivencia a saltos, a tiritones y rezos. Típico de todo tributario…

Infosurglobal

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