El alemán que amenaza al Pueblo de Chile

 El alemán que amenaza al Pueblo de Chile

Por Juan Fran Torres

Santiago de Chile, 23 de noviembre de 2025. América Latina atraviesa uno de los periodos más complejos del último tiempo. El avance del extremismo liberal y de las derechas más radicalizadas ha significado un retroceso profundo para los Estados, la democracia y los proyectos populares que en las últimas décadas habían permitido avances sociales, económicos y culturales. El caso de Argentina, sumida en un experimento ultraliberal que ha devastado su tejido social, es un ejemplo evidente del desastre que pueden generar estos proyectos.

En Chile, esta alerta parece no haber sido escuchada. En un país que aún carga con cicatrices no cerradas de la dictadura, la memoria histórica se diluye peligrosamente, permitiendo el ascenso de figuras que evocan los capítulos más oscuros de nuestro pasado. El avance de José Antonio Kast, un político con orígenes nazi-alemanes y un ideario profundamente reaccionario es el síntoma más claro de esta amnesia nacional.

Pero sería un error atribuir este fenómeno únicamente a la capacidad de la ultraderecha para instalar su discurso. Una parte significativa de la responsabilidad recae en el gobierno de Gabriel Boric. La incapacidad de cumplir con las demandas populares y peor aún, de implementar el propio programa con el que llegó a La Moneda, desencadenó una frustración masiva. Millones de chilenos y chilenas dejaron de ver en la izquierda un canal efectivo para transformar sus vidas y comenzaron a buscar alternativas fuera de ella.

Hoy asistimos al desenlace de un gobierno que, lejos de iniciar las transformaciones prometidas, terminó administrando el mismo modelo neoliberal que dijo venir a superar. La derrota del 16 de noviembre no es un accidente, es la consecuencia natural de la renuncia política, del abandono del proyecto popular y del desconecte con los sectores que más sufren las inequidades del país.

En este sentido, Gabriel Boric se convierte en el “Alberto Fernández chileno”, un gobernante incapaz de contener la crisis y cuya debilidad permitió el avance arrollador de la derecha más dura. Un presidente que, por omisión y torpeza, abre de par en par el camino a quienes representan exactamente lo contrario a lo que prometió defender.

José Antonio Kast ha sabido aprovechar esta oportunidad. Respaldado por una maquinaria comunicacional poderosa y disciplinada, ha construido un discurso basado en falsedades, miedos e identitarismos que busca convencer a un país exhausto y decepcionado. Pero detrás de esa fachada de “orden” y “estabilidad” se esconde un proyecto profundamente peligroso para Chile. Kast representa una amenaza directa al débil Estado Nación que aún mantiene Chile, con el claro objetivo de reducirlo a su mínima expresión y privatizarlo absolutamente todo.

Kast tiene vínculos familiares con el nazismo, propiedades en paraísos fiscales y una visión del Estado reducida a su mínima expresión. Su proyecto copia mecánicamente el modelo de Javier Milei en Argentina, el de Giorgia Meloni en Italia y el de Jair Bolsonaro en Brasil. Es la receta del trumpismo, disfrazada de republicanismo criollo. Chile no soportaría ese experimento.

Nuestro país vive un momento crítico, según un reciente estudio de Ipsos, el 45% de los hogares no logra llegar a fin de mes, el porcentaje más alto en años. La vida cotidiana está marcada por la precariedad y la incertidumbre. Los fondos buitres observan con interés y la fragilidad institucional del país lo convierte en terreno fértil para la especulación y el saqueo.

En ese contexto, un líder de ultraderecha con raíces ideológicas autoritarias y una agenda privatizadora radical representa una amenaza existencial. No solo para la democracia, sino para la vida digna de millones de personas.

Por eso, este 14 de diciembre, Chile enfrenta una decisión histórica. No se trata simplemente de elegir a una candidata u otro proyecto político, se trata de defender lo poco que queda del Estado social y democrático, de impedir que las sombras del pasado regresen con más fuerza que nunca, de proteger la paz y la vida de nuestro pueblo.

Frente al avance del fascismo y la barbarie neoliberal, es urgente actuar con responsabilidad histórica. Votar contra la ultraderecha deberia ser un deber con Chile.

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