El secuestro de la Flotilla Global Sumud confirma el carácter terrorista de Israel

 El secuestro de la Flotilla Global Sumud confirma el carácter terrorista de Israel

El secuestro en aguas internacionales de la misión humanitaria que buscaba llevar ayuda a la Franja de Gaza confirma la deriva genocida del régimen sionista. La presencia de Nkosi Mandela expuso la conexión histórica entre el apartheid sudafricano y la limpieza étnica contra el pueblo palestino.

Por Santiago Masetti/ La historia vuelve, a veces con símbolos demasiado elocuentes para ser ignorados. El nieto de Nelson Mandela, Nkosi Zwelivelile Mandela, fue secuestrado junto a decenas de activistas internacionales por el ejército israelí, cuando la Flotilla Global Sumud intentaba abrir un corredor humanitario hacia la Franja de Gaza con más de 5.500 toneladas de alimentos y medicinas. El hecho no sólo revela la brutalidad de un Estado que se comporta como pirata en aguas internacionales, sino que enlaza dos luchas universales: la que derrotó al apartheid en Sudáfrica y la que hoy enfrenta al sionismo en Palestina.

El caso de la Flotilla no es un episodio aislado. En su trayecto ya había sufrido ataques con drones, interferencias electrónicas y hostigamientos navales. Pese a ello, el convoy avanzó con la convicción de cientos de hombres y mujeres “valerosos, de todas las nacionalidades del mundo”, como destacó el referente latinoamericano, coordinador del Movimiento del Socialismo Allendista en Chile y referente de la Asociación Internacional de Amigos de la Revolución Argelina, Esteban Silva Cuadra. Para él, quienes integran la flotilla buscan romper el cerco genocida impuesto por Netanyahu, criminal de guerra y símbolo de un Estado que “se ha transformado en un Estado terrorista”.

El desenlace confirma un patrón: Israel no tolera testigos incómodos. Ni a quienes denuncian el genocidio en La Haya, ni a quienes desde el mar buscaron poner rostro humano a la tragedia palestina. La imagen de Nkosi Mandela reducido por soldados de ocupación tiene una carga histórica que desborda cualquier cálculo diplomático: recuerda que el régimen sionista se ha convertido en heredero de las prácticas más oscuras del siglo XX.

La paradoja es dolorosa. Un Estado que se reivindica heredero de las víctimas del Holocausto aplica hoy contra los palestinos los mismos métodos de persecución y exterminio que sufrieron los judíos en la Europa ocupada por los nazis. Israel invoca la memoria de la Shoá como escudo, pero su práctica cotidiana es la de un Estado terrorista que impone hambre, encierro y muerte a un pueblo que solo lucha por ser independiente. Como señaló Silva, “ni la fuerza bruta ni el secuestro podrán detener la esperanza de los pueblos que luchan por romper este terrible genocidio”.

El aislamiento de Netanyahu en la escena internacional ofrece pistas: en Naciones Unidas, su discurso fue escuchado por un puñado de diplomáticos, mientras la mayoría abandonaba la sala; hasta monarcas europeos condenaron la masacre en Gaza; gobiernos como los de España e Italia se vieron forzados a escoltar parte del recorrido de la flotilla ante la presión de sus sociedades movilizadas. La solidaridad, incluso en países con tradición de represión a la causa palestina, empezó a abrir grietas.

La Flotilla Global Sumud dejó en claro que la causa palestina es universal. Su secuestro constituye un ataque directo contra la humanidad entera: se castigó a quienes intentaban salvar vidas frente a un genocidio transmitido en tiempo real. Al mismo tiempo, reafirmó que la lucha contra el sionismo se ha convertido en continuidad natural de las grandes batallas históricas contra el racismo y la opresión.

El mar Mediterráneo fue escenario de un mensaje contundente: la memoria no puede ser monopolio de los verdugos. En ese sentido cobran relevancia los dichos de Silva, quien advirtió: “La fuerza de los pueblos no podrá ser detenida”.

El régimen de Netanyahu eligió el terrorismo como política de Estado y el genocidio como método de dominación. La solidaridad internacional, expresada en la Flotilla Global Sumud, logró arribar a Gaza de forma simbólica, frente al ataque directo de comandos israelíes, que intentaron impedir la llegada de la ayuda humanitaria y amedrentar a quienes acompañaban la misión. Este hecho confirma que, por más que el sionismo persista en su estrategia de genocidio y terrorismo de Estado, la causa palestina no solo resiste, sino que se fortalece con cada acto de apoyo y denuncia global.

La llegada de la flotilla como símbolo expresa que la humanidad y la solidaridad pueden imponerse sobre la violencia sistemática, y que los pueblos movilizados continuarán desafiando la impunidad de un Estado que se proclama heredero de la memoria , pero que hoy reproduce la opresión y el exterminio, al igual (o peor) que el regimen del apartheid en Sudáfrica o la Alemania nazi.

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