Grandes hombres públicos y sus amores tortuosos

 Grandes hombres públicos y sus amores tortuosos

Política y amoríos (semi)ocultos nunca se llevan bien

Arturo Alejandro Muñoz

En este tema de grandes personajes públicos y sus vidas íntimas, en las que generalmente existen amantes, el puntapié inicial en la Historia de Occidente lo dio, sin lugar a dudas, el emperador romano Julio César  al engañar públicamente a su esposa Calpurnia cuando adoptó como amante a la fiera reina egipcia Cleopatra VII, perteneciente a la familia de los Ptolomeo. 

Al parecer se las traía doña Cleo, pues luego del fallecimiento de Julio César (asesinado en la Curia del Teatro de Pompeyo, en el Campo de Marte), ella conquistó a otro gigante de la política de la Roma imperial, Marco Antonio, quien también era hombre casado con una dama de la ciudad eterna.

A partir de ese momento, los deslices de grandes políticos y hombres públicos han servido de dulce y miel para la literatura de trinchera y, ahora en el siglo 21, para la prensa de farándula.

FIDEL CASTRO

el líder de la Revolución Cubana se casó una sola vez en 1948, con Mirta Díaz-Balart, de quien se separó en 1955. Díaz es madre de su hijo Fidel («Fidelito»), físico nuclear graduado en la Unión Soviética y que durante la dictadura de su padre ha ocupado importantes cargos técnicos.

Estando casado, Castro inició una relación con una opositora al régimen de Fulgencio Batista: Natalia Revuelta Clews («Naty»), descendiente de aristócratas, rubia de ojos azules, quien también estaba casada. De la relación clandestina nació Alina, la «hija rebelde» del Comandante quien desde 1993 se encuentra exiliada en Miami, criticando duramente al gobierno de su padre, a quien considera un «tirano».

La vida sentimental de Castro no termina aquí. Durante buena parte de la instalación y consolidación de la Revolución, Fidel mantuvo dos importantes relaciones en paralelo: con Celia Sánchez Manduley, (secretaria privada y compañera suya desde la guerrilla que para el aparato burocrático cubano era una especie de «esposa oficial») y con Dalia Soto del Valle, madre de sus otros 5 hijos, con quien habría contraído matrimonio tras la muerte de Sánchez (en enero del 80′).

JOHN PROFUMO

El caso Profumo, el mayor escándalo político y sexual de la guerra fría, que tuvo como protagonistas a un ministro conservador británico, una prostituta y un agregado naval soviético, cumple más de 50 años. El 5 de junio de 1963, el entonces ministro británico de Guerra, John Profumo, presentaba su dimisión al revelarse que había compartido una prostituta, Christine Keeler, con Yevgeny Eugene Ivanov, destacado agregado naval de la Embajada soviética en Londres. Abochornado y desprestigiado, John Jack Profumo (1915-2006) se marchaba del Gobierno de Harold MacMillan tras haber sido sometido al escrutinio de la prensa, que reveló con todo lujo de detalles la relación del ministro especialmente porque contenía los mejores ingredientes: sexo, aristocracia, prostituta, drama y espionaje.

Eran tiempos de una gran actividad de espionaje entre el Reino Unido y la ahora extinta Unión Soviética, por lo que la relación sexual del ministro, de 48 años, con Keeler, de 19, despertó las alarmas del Gobierno sobre la amenaza a la seguridad nacional. Aunque el romance apenas duró unas semanas, las connotaciones políticas y las personas con las que Keeler estaba relacionada acabaron con la carrera política de Profumo, hasta entonces una las estrellas en ascenso del Partido Conservador.

El escándalo estalló en 1963, si bien Profumo había conocido a Keeler dos años antes en Cliveden, la lujosa mansión del vizconde Astor a las afueras de Londres, a través del artista Stephen Ward, famoso por organizar fiestas sexuales de la aristocracia. Al ver a Keeler salir de la piscina de Cliveden en una jornada calurosa de julio de 1961, el político conservador de origen aristocrático quedó deslumbrado por la belleza de la joven morena. Casado con la actriz Valerie Hobson, Profumo sucumbió a los encantos de Keeler, quien frecuentaba hombres de turbios negocios y era amiga de Ward, procesado por vivir de ingresos inmorales y que se suicidó antes de que terminara el juicio.

Pero fue a principios de 1963 cuando saltó el escándalo, a raíz de un incidente violento protagonizado por dos hombres con los que Keeler estaba relacionada, lo que llevó a la prensa a investigar el caso y observar el alcance de los contactos de la joven. El caso acaparó la atención de la prensa británica, que durante semanas publicó los detalles de la relación del ministro con la joven, hasta el punto de que el escándalo puso en aprietos al Gobierno de Harold MacMillan (1957-63).

En una comparecencia en la Cámara de los Comunes en marzo de 1963, Profumo llegó a decirle a los diputados que no había nada inapropiado en su relación con Keeler, pues siempre la había visto en términos amistosos y nunca a solas. Sin embargo, en un país en el que la mentira de un político ante el Parlamento se paga caro, Profumo se vio obligado a dimitir al revelarse que su declaración no había sido correcta.

Así, la relación, sobre todo por la implicación del agregado naval soviético, arruinó la carrera política de Profumo. Días después de su partida, John Profumo se presentó en el centro de ayuda a personas sin hogar Toynbee Hall, en el este de la capital británica, y pidió lavar los platos. Allí trabajó durante años para apoyar diversos programas sociales, lo que le valió en 1975 la condecoración de Comandante del Imperio Británico. Relegado al olvido en los años posteriores, falleció en el año 2006.

JOHN FITZGERALD KENNEDY

Era una historia conocida, un misterio desvelado desde haces años, pero vuelve a ser noticia. La prensa estadounidense ha sabido que Mimi Beardsley Alford, becaria de la Casa Blanca con 19 años entre 1962 y 1963, prepara sus memorias en las que hablará de sus encuentros sexuales con el presidente John F. Kennedy. Ella es una más de una larga lista con la que casi se puede elaborar un diccionario de amantes del carismático líder del mundo libre, a la sombra de su esposa, Jacqueline Kennedy. Lo que sigue es una pequeña selección de nombres.
Entre las faldas
La hermosa mujer llamada Arvad era una llamativa danesa con un pasado tan curioso como peligroso. Esta rubia había trabajado como corresponsal de un periódico de Copenhague, viajando hasta la Alemania nazi donde pudo entrevistar a Goering y asistir a los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936. Adolf Hitler, con quien se fotografió, llegó a decir de ella que era «el perfecto ejemplo de belleza nórdica». 
Fue uno de los líos de faldas del joven Kennedy veinte años antes de llegar a la presidencia. Ya en Estados Unidos, Arvad entrevistaría para la Prensa al entonces casi desconocido JFK, iniciándose una relación con la muchacha, algo más mayor que él y casada. El FBI sospechaba que Arvad era una espía alemana y empezó a investigar a la pareja, lo que dio pie al voluminoso expediente del político demócrata, aún censurado en parte. Asustado por el director del FBI, Edgar Hoover, de los peligros que este tema podía tener para sus aspiraciones políticas, el embajador Joseph P. Kennedy frenó todo aquello. 
Arvad se casó con la estrella de la televisión Tim McCoy.

2. Angie Dickison
Numerosos rumores han señalado a la actriz como amante de JFK, pero la actriz nunca ha confirmado ni desmentido la historia. Preguntada, en 2000, por el periodista de CNN Larry King sobre por qué nunca había hablado públicamente sobre Kennedy, Dickinson contestó que «sería inapropiado».

4. Judith Campbell Exner
Para muchos es la mujer más odiada de la biografía «kennedyana». Motivo hay. Judith Campbell era una explosiva morena que no pasaba desapercibida. En diciembre de 1975 decidió contarlo todo de una historia que fue modificando a lo largo de los años, hasta su muerte en 1999. 
Unos meses antes su nombre había aparecido en la comisión del Senado encargada de investigar las guerras secretas de la CIA, desvelándose que ella habría servido como enlace entre Kennedy y el jefe de la mafia de Chicago, Sam Giancana. Antes, en Las Vegas, había compartido alguna noche con Frank Sinatra, quien se la presentó al presidente y al mafioso. Campbell afirmaría que ella servía como correo de los pagos de la Casa Blanca a la mafia en sus intentos por asesinar a Fidel Castro. 
Robert Kennedy, advertido por Hoover, separó a los dos amantes. El Senado nunca pudo corroborar la explosiva afirmación.                   
Campbell también dijo que se había quedado embarazada de JFK y que Giancana le obligó a abortar. En 1977 publicó sus memorias «My story», pero una década más tarde corrigió todo lo expuesto en su libro en una entrevista para la revista «People». Cuando murió, hacía tiempo que muchos le habían dado la espalda por sus revelaciones.

6. Mary Meyer
 Cuñada del periodista Ben Bradlee, un buen amigo de JFK, Mary Meyer fue una de las auténticas pasiones del presidente. 
Atractiva e inteligente, la pareja se vio en secreto en numerosas ocasiones en la Casa Blanca. Meyer pertenecía a la élite de Georgetown y se había casado con un agente de la CIA. Interesada en la experimentación con las drogas, especialmente el LSD, Meyer inició al presidente en la marihuana. Un año después de la muerte de Kennedy, Meyer fue asesinada en un crimen aún por resolver. Se descubrió entonces que llevaba un diario en el que hablaba de su relación con JFK. El cuaderno fue destruido poco después de saberse que uno de los jefes de la CIA, James Jesus Angleton, guardaba el cuaderno de la polémica en su despacho.

7. Marilyn Monroe
Aparentemente fue la historia más conocida, pero también la más falsa de todas. El cuñado de Kennedy, Peter Lawford, fue quien preparó un encuentro que se limitó a una noche. No se volvieron a ver, con la excepción de la actuación de la actriz cantando «Cumpleaños feliz». 
Tras el asesinato de JFK y cuando su hermano Robert anunció su intención de ser senador por Nueva York, la ultraderecha estadounidense lanzó el rumor sobre Marilyn que llegó a responsabilizar a los Kennedy de la muerte de la actriz, pese a que ésta había muerto de una ingestión accidental de barbitúricos. Aún hoy se ofrece dinero por documentos y pruebas que demuestren todo aquello.

8. Ellen Rometsch
Las investigaciones del FBI descubrieron que al final de su vida, John F. Kennedy se veía con Ellen Rometsch, quien resultó ser una espía soviética procedente de la Alemania del Este, que perteneció a la misma red que acabó con la carrera del político británico John Profumo. Robert Kennedy se encargó de poner punto y final a esa relación, expulsando a Ellen fuera de Estados Unidos.

9. Pamela Turnure
Fue la secretaria personal de Jacqueline Kennedy durante los mil días de la presidencia. En 1998, los Archivos Nacionales desvelaron los documentos del FBI en los que se hablaba de los intentos de una tal Florence Mary Kater para llamar la atención del público porque afirmaba disponer de evidencias que demostraban la relación del entonces senador JFK con Turnure. 
Kater envió numerosas cartas a medios de comunicación, pero nadie le hizo caso. La denunciante, una ultrareligiosa, llegó a pasearse con un cartel con el lema «¿Ustedes quieren a un adúltero en la Casa Blanca?» con una fotografía tomada a Kennedy tras salir del apartamento de Turnure. Pamela tenía un muy sorprendente parecido físico con Jacqueline.


FRANÇOIS HOLLANDE

Los gobernantes son humanos, son mortales, tienen amantes. Pensaba eso cuando leía hace algunas semanas los detalles de los amoríos extramatrimoniales de François Hollande, presidente de Francia, con la actriz y productora de cine Julie Gayet, romance que fue descubierto gracias a la publicación de fotos realizada por la revista Closer, en las cuales se veía al mandatario y a la actriz en un tierno encuentro en una plaza pública de París. La historia siguiente continuó con la hospitalización de la esposa de Hollande y el posterior anuncio de su separación.

Hace pocos días Julie Gayet, la amante del presidente, demandó a la revista Closer por un atentado a la intimidad de su vida privada, denuncia de carácter penal a la que se suma también una demanda civil que busca una compensación económica por daños y perjuicios. También se esperaba que el presidente francés presentase una demanda en contra de la revista, con el mismo alegato de invasión a su privacidad y vida íntima, sin embargo, no lo ha hecho pues considera que tiene una inmunidad que le daría ventaja ante los jueces. ¿Qué sucedería en Chile, hoy día, ante un caso semejante?

SALVADOR ALLENDE

A diferencia de Castro, los amoríos del ex Presidente siempre fueron públicos, incluso para su familia y amigos que sabían de su fama de enamoradizo. Sin embargo, dos fueron los principales romances extramaritales del mandatario (casado en 1940 con Hortensia Bussi Soto): la actriz Inés Moreno y su secretaria privada Miria Contreras Bell, más conocida como «La Payita» y con quien convivía en los tiempos de su Presidencia en la casa precordillerana de El Cañaveral.

El asunto, no obstante, no se detiene ahí, ya que Allende tuvo una larga lista de conquistas. Incluso una lo puso al borde de la muerte. En 1952 se batió a duelo (pistola en mano) con el senador radical, Raúl Rettig, por el amor de Leonor Benavides. Aunque la «explicación oficial» del hecho fueron unos dichos de Allende en que trataba de «tránsfuga» a su colega del parlamento, todo el mundo sabía que la razón era la señorita Benavides a quien ambos cortejaban (Rettig era viudo).

Hace algunos años, trascendió la historia de otra amante, la colombiana Gloria Gaitán Jaramillo, quien confesó haber estado embarazada de Allende en 1973. «No fue un embarazo no deseado», sostuvo aquella vez del hijo que, finalmente, perdió tras el golpe del 11 de septiembre.

AUGUSTO PINOCHET

Es una historia conocida hasta por sus más cercanos: en medio de su estadía en Ecuador, cuando el dictador fue profesor de la Academia de Guerra en ese país entre 1956 y 1959, se enamoró de una quiteña aristocrática de nombre Piedad Noé. La profesora de piano, discreta, y según algunos testimonios muy hermosa, mantuvo un intenso romance con Pinochet por algún tiempo. El tema de ahí en adelante fue tabú, hasta que en 2009 los periodistas Claudia Farfán y Fernando Vega, en su libro «La familia. Historia privada de los Pinochet», levantaron la tesis de que de esa relación nació un hijo, llamado Juan el que hoy tendría poco más de 50 años, y que fue conocido por Pinochet, quien se llevó el secreto de su existencia a la tumba.

La historia se remonta al año 1957, cuando Pinochet, siendo oficial del ejército chileno (con el grado de Mayor) pero aún lejos del generalato, fue asignado por el gobierno de  Chile a la República del Ecuador, específicamente enviado en misión militar a Quito, luego de haber sido seleccionado junto a un grupo de oficiales para potenciar la Academia de Guerra de Ecuador. Tres años y medio en que Pinochet fue parte de la socialité quiteña, pero en los que tuvo que lidiar con la atosigadora presencia de su esposa, Lucía Hiriart Rodríguez, con quien había contraído matrimonio en 1943.


En la hermosa capital ecuatoriana Pinochet conoció a Piedad Noé, distinguida dama perteneciente a la aristocracia quiteña, eximia pianista y dueña de hermosos ojos claros que encandilaron al duro militar sureño. El romance surgió vertiginoso y Lucía Hiriart, desencantada y furiosa, regresó a Chile con sus tres hijos -Augusto, Lucía y María- dispuesta no a terminar su matrimonio sino, por el contrario, a salvarlo y atarlo férreamente a su propia vera…como finalmente ocurrió.


Según el periodista ecuatoriano Byron Rodríguez, quedaron el rumor y el enigma de que Piedad tuvo un hijo idéntico al padre. Lo concreto es que Pinochet regresó a Chile, país extremadamente conservador en asuntos de familia, pero jamás dejó de apoyar y ayudar a Piedad Noé en la manutención del hijo que ambos habían procreado.


En Ecuador, desde hace muchos años, circula el rumor de que Pinochet siempre estuvo preocupado por el bienestar y desarrollo de su hijo Juan, el que por cierto, siguiendo el ejemplo paterno, ingresó a la Escuela de Oficiales del Ejército del Ecuador, y desde allí, sin dudas ni titubeos, en una u otra medida, sirvió de corresponsal a su padre. Fue, sin lugar a dudas, la mejor forma de espionaje que concluyó finalmente con la participación de ‘Juan’ -convertido ya en oficial del ejército ecuatoriano-en la  pasada «Guerra del Cóndor» sostenida por el pueblo del Guayas con sus  vecinos hermanos del Perú, país que en esa época dirigía el corrupto Alberto Fujimori.


Las sospechas de los periodistas ecuatorianos y chilenos (y también peruanos), apuntan a que el oficial Juan ‘Pinochet’ Noé habría participado el año 1995 en la ‘Guerra del Cóndor’, evento caracterizado por algunos violentos entreveros bélicos protagonizados por militares peruanos y ecuatorianos en las cercanías del río Cenepa y que estuvo en un tris de transformarse en un conflicto bélico mayor y total entre ambas naciones. ¿Dónde estará él hoy día? Misterio misterioso…

NOTA: en la fotografía que acompaña a este artículo se ve a John Profumo y a su amante

Infosurglobal

Related post