Como agua entre los dedos

 Como agua entre los dedos

Arturo Alejandro Muñoz

Reviso antiguas fotografías y me detengo en aquellas que muestran multitudes de chilenos manifestándose en las calles-. Pertenecen al año 2019, el del ‘estallido social’, y de inmediato me pregunto –casi como reflejo condicionado- qué nos ocurrió, como pueblo, desde entonces hasta hoy día. ¿Qué nos detuvo, en qué nos equivocamos?, pues pareciera que el “poderoso enemigo” al que aludió el presidente Piñera, tan boquiflojo como de costumbre, resultó ser un tigre de papel.

Cabeza gacha y mascullando su impotencia, el “poderoso enemigo” regresó a sus nichos habituales dejando libre y en soledad el extenso campo donde había estado a centímetros del éxito  en la batalla de las ideas, de la solidaridad y de la democracia.

¿Cómo explicar lo sucedido sin echar mano a las consabidas argumentaciones estilo “es que así de sucia es la política”?  Tal vez en esta ocasión la Sociología pueda entregarnos algo de luz al respecto.

Parafraseando al cantante argentino León Gieco, es dable asegurar que el capitalismo es un monstruo grande que pisa fuerte la pobre inocencia de la gente. Y no es broma, pues tan fuerte es que cuenta con exitosas formas para defenderse de cualquier intento serio de ataque a sus estructuras. Una de esas formas es el Mecanismo de Recuperación del Sistema, que convierte en funcional cualquier disfunción existente. ¿De qué se trata y cómo se activa ese mecanismo? Lo mejor es dar un ejemplo para entenderlo a cabalidad.

En la segunda mitad del siglo veinte hubo dos grandes hechos que tuvieron por las cuerdas al sistema capitalista en el mundo occidental, ya que en ambos casos era la juventud de varios continentes quien tomaba las banderas y propagaba un nuevo estilo, una  sociedad distinta, más inclusiva, igualitaria, no consumista, respetuosa del medioambiente, democrática, libertaria, etc., etc . Esos dos hechos históricos fueron la revolución cubana y el movimiento hippie, y aunque poca o ninguna relación había entre ambas, igual apuntaban al mismo objetivo, cambiar el sistema.

Entonces el mentado sistema echó a andar su mecanismo de recuperación y todo lo anterior fue comercializado con pleno éxito económico para la industria y el comercio. La revolución cubana (en especial el Ché) fue prontamente travestida en discos, poleras, boinas, revistas, fotografías, pinturas, cuestiones que se vendían por doquier siendo precisamente la juventud quien más y mejor los consumía. Algo similar ocurrió  con el movimiento hippie; el establishment capitalista lo transformó en moda, en vestuario, en películas, en música, en collares, cadenitas, anillos y símbolos que por cierto se transaban en el mercado siendo, otra vez, la juventud el mejor cliente.

Al capitalismo nunca le ha bastado con perseguir, sancionar y desprestigiar cualquier cosa que él considere disfuncional; requiere de algo extra,  de algo tan importante como el ataque mediático-político a la amenaza interna, en resumen, de algo que junto con minimizar el riesgo que podría ocasionarle esa determinada disfunción, pueda también transformarla no sólo en buen negocio, y muy particularmente arrastrarla al corazón mismo del sistema para convertirla en parte activa de él.

Pues bien, entonces la pregunta surge espontánea. ¿Qué mecanismo de recuperación del sistema neoliberal salvaje  se ha aplicado en Chile luego del estallido social? Sin duda ese mecanismo le está dando buenos resultados al establishment, habida consideración que muchos de  mismos elementos políticos, periodísticos y financieros que constituían el centro de las impetraciones, quejas e ira de millones de personas, son los que de nuevo están en la palestra ofreciendo sus servicios para continuar  a cargo de la administración política y económica del país.

Así, lo logrado con las luchas de los años anteriores puede perderse tal como escurre el agua entre los dedos.

Por cierto, quedan aún esperanzas. La Convención Constitucional es una de ellas. No hay duda que el sistema procurará aplicarle algún mecanismo para recuperar el mandato y las riendas en su interior (tal vez ya lo está haciendo). Si no  lo logra, jugará sus fichas dentro de un año, poniendo en juego todos sus elementos y capacidades a objeto que en el plebiscito constitucional de salida la mayoría de los votantes siga los consejos del establishment.

Para ello, el sistema cuenta con el invaluable aporte de su prensa (la llamada ‘prensa canalla’), así como también con la venta a granel de temor y miedo, lo que siempre logra efecto en parte importante de la sociedad civil, especialmente en aquella que tiene débil memoria.

Además, y el punto no es menor, la derecha económica y la derecha política (gemelas totales que cobijan y defienden el sistema capitalista y el  statu quo) poseen un  liderazgo claro, sólido y permanente: el capital empresarial y financiero.

En tanto, en la vereda contraria, la izquierda se deshilacha en una especie de archipiélago de pequeños referentes  y grupos, cada cual con una lucha interna por conseguir el liderazgo de su respectivo movimiento. La multitud de ideas y propósitos, objetivos e impetraciones variopintas que perviven en las decenas de grupos que pueblan la izquierda, impiden aglutinar los principales requerimientos y construir un programa común y consensuado. La derecha en cambio, tiene siempre un sólo interés objetivo: dominar mediante la posesión del dinero y de los medios productivos.

También podríamos avbnturar quela izquierda tiene muy claro lo que no quiere, pero los diversos grupos que la conforman discrepan en lo que sí quieren. Este problema no lo tiene la derecha, que desde siempre se presenta monolíticamente asegurando que sí sabe lo que quiere y lo que no quiere.

Así entonces, con la presencia concreta de estas diferencias y la activación de algún  mecanismo de recuperación del sistema, la tarea del pueblo es enorme. El primer punto de esa tarea no es otro que lograr la unidad total, completa y sin fisuras. De no hacerlo, es muy probable que este túnel no tenga salida.

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