Delincuencia local, migración masiva y planes patronales, unidos para el desarrollo…del caos

 Delincuencia local, migración masiva y planes patronales, unidos para el desarrollo…del caos

Arturo Alejandro Muñoz

Más allá de las suposiciones de cualquier sociólogo, resulta evidente que en Chile los últimos gobiernos (me refiero a los ‘democráticos’, a los post-dictadura, de izquierda y de derecha) ejercieron sus funciones en orden a no terminar de raíz con los aspectos que provocan el surgimiento o nacimiento de la delincuencia, y por el contrario, trabajaron con exitoso afán ciertas protecciones a la delincuencia, ello en el sentido de evitar a todo trance originar una severa batida policial y jurídica en su contra, de manera tal que lograron mantenerla activa aunque disfrazada mediante subterfugios como, por ejemplo, trasladar parte de ella a comunas rurales alejadas de las metrópolis.

En este plan, el SERVIU fue la mano de gato perfecta para dar concreción a los programas fraguados en Interior y ODEPLAN.   Sin embargo, se requería de un socio más, uno de suyo importante. El empresariado… pero no cualquier empresariado, sino aquel que está en posesión de la producción agrofrutícola… el exportador, el que da trabajo a los temporeros.

Era un hecho cierto que la actividad minera en el norte chileno estaba acaparando gran porcentaje de mano de obra nacional, lo que provocaba serias dificultades a los exportadores de frutas, en especial durante los meses con “erre” (septiembre a abril), época del raleo, cosecha, empaque y distribución. Las mineras pagaban mejor… la mano de obra escaseaba entonces en el campo (donde nunca se paga bien el trabajo manual). Había que hacer algo. Y se hizo. Mataron dos pájaros de un tiro, pero sin realizar ‘aseo profundo’.

Primero que todo, gobiernos de Bachelet y Piñera se encargaron de abrir de par en par las fronteras para dejar libre paso a una inmigración masiva, mejor dicho, “a cualquier tipo de migración” para que el patronaje agrícola contase con abundante mano de obra barata, sin importar lo que esa misma “mano de obra” -proveniente de naciones indiscutiblemente atrasadas en materias de leyes y normas sociales-pudiese hacer cotidianamente más allá de las estrechas fronteras de una empresa agrofrutícola…cuestión que, sin duda alguna, al empresariado del sector interesa e importa un jodido comino.  “Esos son problemas que debe enfrentar el gobierno de turno y la policía…a nosotros nos preocupa exclusivamente contar con suficiente mano de obra barata para continuar exportando nuestros productos”. ¿Qué tal?

Por otra parte, SERVIU financió la construcción de villas y poblaciones en comunas rurales caracterizadas por el trabajo agrícola. De una manera inteligente, el establishment se encargó de ejecutar una nueva migración, esta vez desde la ciudad al campo, llevando a las comunas rurales a cientos de familias –chilenas y extranjeras- que vegetaban en campamentos y periferias de urbes como Santiago, Rancagua y otras, lugares en los que se encuentran activadas las causas y orígenes de gran porcentaje de la delincuencia común.

De esa manera, descomprimían el problema delictual en las grandes ciudades y otorgaban a los empresarios agroproductores mano de obra barata para trabajar en las faenas ya mencionadas de raleo y cosecha. Así ocurrió en muchos pueblos y comunas de la región de O’Higgins.

Lo malo de esto es que en medio de esa pléyade de pobladores citadinos y extranjeros trasvasijados a lo rural, venía oculta una porción significativa de mala yerba, la delincuencia, el narcotráfico, el sicariato, la incivilidad.

Por cierto, muchos ediles de municipios rurales, municipios pequeños, aceptaron sin remilgos la aplicación de estas variantes, toda vez que ellas les permitían mostrar ante su electorado un trabajo de proporciones en materia de vivienda, pues debe entenderse que en esas nuevas poblaciones y villas algunas de las viviendas fueron asignadas también a los vecinos de la comuna.

Hubo, incluso, alcaldes que solicitaron expresamente al gobierno de turno trasladar familias de escasos recursos que vivían en las márgenes de la gran ciudad, porque de esa manera aseguraban al empresariado agrofrutícola local un significativo contingente de mano de obra temporera.

Pero, terminada la “temporada” y retornada una vez más la cesantía que se adueña de los “meses azules” (los del frío y sin ‘erre’), los municipios enfrentan una gama de problemas cuyas soluciones siempre se encuentran determinadas por el volumen del presupuesto municipal.

Cientos de cesantes impetrando apoyo en salud, educación, y servicios varios. Cientos de personas sin trabajo, soportando el paso de esos meses estériles en lo económico. Entonces, la delincuencia aflora y el panorama comunal cambia.

En los sectores campesinos no existen los “planes cuadrantes”. Con suerte hay escasos carabineros que se desplazan en dos o tres carros policiales, pero sin dar satisfacción a las necesidades emanadas de un número alto de pobladores que requieren de su accionar. Ahora, en comunas campesinas ya es asunto habitual enterarse de asaltos a casas particulares, robos de automóviles, tráfico de drogas, robos a establecimientos educacionales y comerciales, asaltos a camiones distribuidores, cogoteos varios, lanzazos a personas de la tercera edad en día de pago de pensiones, etc.

La delincuencia –una parte de ella- fue oficialmente trasladada vía SERVIU desde la ciudad al interior, al Chile profundo y campesino, a ese Chile que hasta ayer era tranquilo, apacible, vivible. Ya no lo es. El establishment así lo quiso. Políticos y empresarios acordaron ese plan. 

Nada de aseo profundo ni ‘aseo quirúrgico’. Por el contrario… meter la basura bajo la alfombra otorga más réditos electorales y comerciales que una acción severa destinada a terminar con las causas reales de la delincuencia sita y nacida en sectores de marginalidad económica y social, pues ello implicaría dar por el traste con la brecha económica, el odio a la sindicalización y la prevalencia de una educación pública de mala calidad. Entre una multiplicidad de factores, claro está.

Es así entonces que, sin delincuencia, sin corrupción y sin tráfico de drogas, el sistema neoliberal (el capitalismo en general), no puede funcionar debidamente… fallecería a los pocos años de existencia. Doloroso, pero cierto.

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