Algunos mitos que adornan falazmente nuestra Historia

 Algunos mitos que adornan falazmente nuestra Historia

Arturo Alejandro Muñoz

Esto debe ocurrir en muchos países, de ello estoy seguro, sin embargo, los mitos populares respecto de la propia patria, en Chile, alcanzan grados significativos. Algunos de ellos provocan verdadero pudor dada la fantasía que los envuelve. Ya lo verá en las próximas líneas. Otros mitos, los menos o nada fantasiosos, derriban creencias que se daban por ciertas sin remilgos. Ah, es que en ninguna nación la respectiva Historia Oficial se ha entronizado tan bestialmente en el alma del pueblo como acá en Chile.

Los mitos son muchos, demasiados como para detallarlos -aunque sea brevemente- en una nota o artículo de prensa.  He elegido aquellos que hace muchos años sorprendieron mi ingenuidad, y debo reconocer que en ciertos casos sentí un profundo dolor al constatar que había estado flotando en una nube de falacias y de adocenado nacionalismo. Es muy cierto aquello de que la verdad duele y ofende…pero sana el cuerpo y el alma.

Espero no ofenderlo, estimado lector, como también espero que sane prontamente si descubre que… en fin, mejor le invito a leer uno de esos “mitos populares” que he escogido. Vamos a él.

Los guerreros mapuche de La Araucana.

Una novela épica procurará siempre exacerbar las cualidades del enemigo a objeto de plasmar en el texto cuán valiente y duro y glorioso fue el actuar de los vencedores. Es el caso de la magnífica obra escrita por don Alonso de Ercilla y Zúñiga, “La Araucana”.

Que los mapuche fueron valientes guerreros y durísimos contendores contra la invasión europea en el siglo XVI, no hay duda ninguna. Ello no está en discusión. Efectivamente, los soldados del glorioso y poderoso imperio español no se habían topado en toda su conquista de territorios en América con rivales de fuste y bravío como eran los habitantes del wallmapu. Pero a don Alonso se le escapó su hábil pluma, pues en la florida merienda de letras y metáforas exageró la nota, y bastante.

Se le pasó la mano con tanto verso halagando a los jefes enemigos de la corona hispana. Caupolicán -o Kallfülikan- sobrino del gran jefe Colocolo, ¿realmente anduvo dos días completos con un tronco al hombro, el que pesaba, de acuerdo a las indicaciones de don Alonso, más de sesenta kilos? ¡Dos días y una noche sin descanso ni alimento alguno!  Muy improbable, ¿verdad?

Como muy improbable fue también la muerte de don Caupo en la pica, artefacto   que los brutos españoles nunca utilizaron como método de ejecución. A los siervos del monarca hispano y de la sacra iglesia católica apostólica y romana les agradaba lanzar perros bravos contra sus enemigos, ahorcarlos, degollarlos, e incluso en pocos casos destrozarlos con cuatro caballos en estampidas atados a las manos y piernas del adversario para partirlo en cuatro horrorosas secciones…pero, ¿la pica?  Difícil. Entonces, ¿por qué don Alonso de Ercilla escribió lo que escribió?

La pica, o empalamiento, era un suplicio otomano (turco), habitual en Medio Oriente. No era, ni nunca fue, un suplicio español. En ninguna parte de Chile, a lo largo de los siglos de conquista hispánica, hubo empalamiento alguno… salvo el que relata Ercilla y Zúñiga en La Araucana. ¿Por qué?

Hay una razón. La abierta y mortal enemistad de Ercilla y Zúñiga con el  joven y aristocrático gobernador español, García Hurtado de Mendoza, quien incluso lo había condenado a la horca, pero unas damas presentes en el lugar (Concepción) lograron que el gobernador cambiara la sentencia mortal por una expulsión del territorio enviándolo al Virreynato del Perú.

Agradecido por la decisión de su arisco y clasista jefe, Ercilla entonces resalta las bravuras del gobernador otorgándoles a los líderes mapuche -enemigos de la corona- cualidades que por cierto no tenían. Morir en el empalamiento sin emitir quejido alguno, era muestra de cuán bravos e indomables resultaban ser los enemigos del ejército de su majestad, que estaban bajo el mando de Hurtado de Mendoza…y aún más, Ercilla pone en labios de Fresia (la mujer de Caupolicán) frases pertenecientes a Homero en “La Ilíada”.

¿Fresia había leído la obra del insigne poeta griego? ¿Fresia sabía leer? Vaya mito, ¿no?

Diego Portales y los militares

La derecha chilena y el propio general Augusto Pinochet exageraron esfuerzos para dejar sentada la característica ‘militarista’, respetuosa y sobria del ministro Diego Portales Palazuelos, ícono del conservadurismo en política, sociedad y economía del Chile del siglo diecinueve.

Sin embargo, y pese al empeño casi adolescente que pusieron vetustos uniformados, algunos historiadores y casi la totalidad de la dirigencia política conservadora y nacionalista, Portales siempre tuvo mala opinión de los militares en asuntos de administración fiscal y los acusó de ser individuos empecinados en conseguir más y más riqueza personal y en ser carentes de ideas que pudieran nutrir el progreso de la naciente república..

De hecho, el irascible y totalitario ministro no solo se encargo de restructurar el Ejército, sino también creó las “Guardias Cívicas”, a las que les permitió capacitarse militarmente e incluso intervenir en asuntos de enorme importancia, como fue la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana (1837-1839).

Y fue más lejos aún. Condenó al exilio al general Ramón Freira (su propuesta era fusilarlo), e impidió con decidida pasión el regreso a Chile de Bernardo O’Higgins, quien se encontraba exiliado en Lima, Perú. El ministro Portales temía que el retorno del exgeneral de los ejércitos patriotas durante el período de la independencia, pudiese alterar gravemente el orden en el país, ya que aún seguían existiendo grupos “o’higginistas que se oponían a muchos de los avances y ordenamientos administrativos logrados por Portales durante los años que había encabezado y dirigido algunos ministerios.

Lo anterior no era un rechazo personal, pues Portales tenía buena impresión de O’Higgins: <<¿Qué sabe de Chile? ¿Es cierto que la situación del Gobierno allí está delicada? Yo no lo creo, porque el hombre es querido y sabe, con la estimación que goza, golpear a los revoltosos (el hombre es O’Higgins).>> (carta de Diego Portales a su socio José Manuel Cea, en febrero de 1827).

Y ni hablar de lo ojeriza que el ultraconservador ministro tenía de la aristocracia chilena. Esta carta, enviada a don Antonio Garfias en diciembre de 1831, da cuenta de ello.

10 de Diciembre de 1831

Señor don Antonio Garfias

Mi don Antonio:

Dígale Ud. a los culiados que creen que conmigo sólo puede haber Gobierno, y orden, que yo estoy muy lejos de pensar así y que si un día me agarré los fundillos y tomé un plazo para dar tranquilidad al país, fue sólo para que los jodidos y las putas de Santiago me dejaran trabajar en paz.

Huevones y putas son los que joden al gobierno y son ellos los ponen piedras al buen gobierno de éste. Nadie quiere vivir sin el apoyo del elefante blanco del Gobierno y cuando los huevones y las putas no son satisfechos en sus caprichos, los pipiolos son unos dignos caballeros al lado de estos cojudos.

Las familias de rango de la capital, todas jodidas, beatas y malas, obran con su peso enorme para la buena marcha de la administración. Dígales que si en mala hora se me antoja volver al Gobierno, colgaré de un coco a los huevones y a las putas les sacaré la chucha ¡Hasta cuándo… estos maricones! Y Ud., mi don Antonio, no vuelva a escribirme cartas de empeño, si no desea una frisca que no olvidará fácilmente.

No desea escribirle más su amigo.

D. Portales.

Por último, el extraño amor de nuestros militares por el totalitario ministro, y el encantamiento político de muchos derechistas por el hecho que él hubiese sido ícono del  conservadurismo,  nacionalismo y patriotismo, se deshilvanan al enterarse que Portales no participó -porque no quiso- en  ninguna acción ni reunión  que los patriotas chilenos (Larraín, Carrrera, O’Higgins, Rodríguez, Salas, etc.) llevaron a efecto durante los duros años de lucha por lograr la independencia de Chile.

Pero, uniformados y derechistas insistieron en crear un mito que los representara y el cual podía convencer al pueblo  respecto de las bondades del autoritarismo y del totalitarismo siempre que ellos estuviesen  en  manos de personas de alto rango social, militar y económico…ese mito tuvo un nombre: Diego Portales.

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